La polémica suscitada por la ubicación de la estación terminal de un ambicioso proyecto de transporte público metropolitano -el teleférico que unirá Providencia con Huechuraba- en el corazón de un distrito hoy congestionado por intenso tráfico peatonal, de transporte público y de vehículos privados, pone a la vista los conflictos típicos que enfrenta el Santiago de hoy.
Desde luego, buena parte de los problemas de movilidad que afectan a ese lugar se deben a la existencia de un mall de tamaño completamente absurdo, permitido gracias a subterfugios legales y transgrediendo las normas más elementales del diseño urbano, como es prever el impacto ambiental que un determinado tipo y tamaño de edificio tendrá en su entorno y, por lo tanto, si acaso es viable o no. No hay nadie en la profesión que desconozca que ese mall es nefasto para su entorno inmediato; basta ver su pobrísima conectividad con el resto de la ciudad, el caos peatonal en las calles aledañas, el páramo de sus veredas perimetrales y la vergonzosa fachada, si es que se le puede llamar fachada a ese murallón y enjambre de rampas vehiculares que enfrenta el cajón del río y las montañas, paisaje glorioso, que paradojalmente le da su nombre al edificio. Desde que se construyera el mall, todas las operaciones sobre el barrio han sido una suma de parches y remedios para un mal innecesario. Pero para resolver los problemas surgidos de la imprevisión, hoy solo queda actuar de manera radical y con fuertes inversiones en vialidad, transporte y espacio público, las que siempre deberían ser solventadas por quienes crearon el problema para beneficiarse de él.
El segundo conflicto evidente es de competencia entre una autoridad metropolitana, que vela por el desarrollo armónico de toda la ciudadanía que vive, trabaja y se mueve por el territorio de la ciudad, y una autoridad local que vela por el bienestar de su parcela, que es lo que un municipio es en el contexto de la gran ciudad. En materias de diseño urbano, y en esta realidad tan anómala que es Santiago de Chile, con sus 32 feudos autónomos y descoordinados, el municipio debería estar siempre subordinado al bien superior de la metrópolis. Esto es particularmente importante en el caso de una comuna central como Providencia, que congrega servicios y a diario recibe la visita de buena parte de la ciudad entera. Providencia no podrá negarse a tener un rol protagónico en el desarrollo del transporte público
y la conectividad de la capital, pues ese rol ha sido por generaciones parte fundamental de su propia historia.