A un día de enfrentar un partido eliminatorio mundialista, el tema que concitó el mayor interés en la conferencia de prensa de Juan Antonio Pizzi fue cómo utilizar y controlar el tiempo libre de los seleccionados. La lectura de esta singularidad es amplia: 1) A los que preguntan les interesa más lo que haga el jugador fuera que dentro de la cancha; 2) Pizzi prefiere hablar más de esos asuntos que de tópicos futbolísticos; 3) Paraguay importa menos de lo que podría pensarse; 4) Ya nadie espera que el administrador técnico hable de fútbol.
Que los resultados sean el aval incontrarrestable para esta selección explica que dé lo mismo si Pizzi hable o no, si los jugadores mantengan una conducta acorde con su profesión, si las respuestas sean acordes a las preguntas o si el análisis futbolístico se ajuste a lo que pueda suceder o pase en la cancha. Casi como en una comedia absurda, el contexto que rodea a esta selección no tiene un contenido que sea relevante, todo parece liviano e inconsistente, desde el verbo hasta el sustantivo. Los triunfos, los millones de dólares, las audiencias récords y la cultura del éxito sostenido han hecho que ya nadie quiera incomodarse porque, al fin y al cabo, el marcador final es lo que cuenta.
Por eso que ya no llama la atención que para Pizzi lo más importante en el disfrute del tiempo libre del jugador es que "si se equivoca, sepa que se equivocó". La sentencia, que en otros tiempos hubiese a lo menos ruborizado a la audiencia, hoy tiene absoluta lógica dentro del modus operandi con sus dirigidos. Para el administrador técnico, la laxitud de las normas está directamente orientada a la temperatura ambiente del camarín y al efecto que a posteriori puedan tener sobre los resultados en cancha. El resto de lo que suceda son como las declaraciones del rosarino: anecdóticas, periféricas, diplomáticas, inofensivas. Pragmatismo puro y duro.
Casi sin reparar que Paraguay es un equipo tradicionalmente mañoso y siempre difícil para Chile, porque es mal visto que se le dé tanto espacio al rival, resta esperar que esta noche las ilustres figuras, extraordinarias e inigualables dentro de nuestro historial, desplieguen los talentos ya reconocidos y hagan lo que mejor hacen: jugar y ganar. Después, nos sentaremos a escuchar al seleccionador que va a decir que se le ganó a un rival de fuste, pero que este no es más que otro paso adelante y que la cabeza está puesta desde ahora en Bolivia, otro contrincante que en su casa "ya sabemos lo que representa". Eso por un lado, que por el otro veremos a los jugadores dribleando las preguntas y retrucándoles a los que "critican todo" y "mienten e inventan", que son un grupo sólido, fuerte y que no titubea ante los que quieren verlos tropezar, porque así son los chilenos, que no disfrutan lo que tienen...