El supuesto bloqueo crediticio de la banca al candidato Alejandro Guillier es un signo más de la debilidad de su aventura presidencial. Es el corolario, además, de una serie de desafortunadas intervenciones, como su arremetida contra el Tribunal Constitucional ("no es serio y no voy a esos lugares") o su desabrido comentario sobre María Luisa Brahm y su voto en el recurso sobre el aborto ("probablemente la han llamado y le han pedido que se sacrifique").
Fue el propio Guillier el que convirtió la negativa del BancoEstado a prestarle dinero en un juicio sobre las posibilidades de éxito de su candidatura. La Constitución impone el cese de su cargo al diputado o senador que celebre contratos con el Estado. El banco es estatal, así que desde 1995 no negocia créditos con los legisladores. Se trata de una limitación de orden disciplinario, no comercial.
De hecho, el BancoEstado podría haberle dado el crédito y esto hubiese supuesto la salida de Guillier del Senado. Pero el ex periodista no quiere perder su escaño y lanzarse sin red hacia La Moneda, lo que se interpreta como un indicador de la poca fe que se tiene.
Cuando se conoció la noticia, Guillier dijo: "Lo aceptamos como una señal de que no tenemos fiato con los grupos de interés, los grupos de presión o los intereses macroeconómicos, nuestro corazón obviamente está más en la pyme, en el mediano, pequeño empresario que en los grandes grupos económicos".
Fue él mismo quien convirtió el episodio en un intento de los "grandes grupos" por acallarlo. Pero lo hizo sin convicción, como esperando que cambien de opinión. El miércoles admitió que los bancos privados también le han cerrado las puertas. No quieren oír hablar de política y platas.
Si Guillier no se hubiera empeñado en presentarse como independiente, podría haber accedido a financiación a través de los partidos. Estos disponen de un anticipo de $3.800 millones para gasto electoral. Pero, como él mismo ha reconocido, los partidos están más preocupados de sus diputados y senadores que de él. Y los partidos proceden con lógica: ellos no se van a beneficiar del dinero que le corresponderá a Guillier por sus votos -ese dinero es suyo-, pero sí del de sus legisladores. Todo este lío sugiere que ha habido improvisación y poca seriedad en el diseño de su candidatura.
A Guillier le ha faltado coraje para transformar esta crisis en una oportunidad. En 1986, Adolfo Suárez, el artífice de la transición democrática en España, se encontró en una situación parecida. La banca apoyaba en esas elecciones a una formación centrista que dirigía el abogado catalán Miquel Roca. A Suárez, también centrista, se le negaban los créditos.
"Yo también tengo problemas con la banca", dijo Suárez y a continuación denunció la connivencia de los socialistas con el mundo de las finanzas. "La banca nos ha dado la espalda, lo que quizás obedece al hecho de que no nos ponemos de rodillas ante ella". La estrategia le salió bien. Su partido obtuvo 19 diputados y 3 senadores. El Partido Reformista de Roca, con el apoyo del empresariado, no logró ninguno.
Una variante sobre este tema la planteó Podemos, el partido radical español, en las elecciones de 2016. Se negaron a pedir créditos a la banca, afirmando que si ganaban, tendrían que legislar sobre ella. Así que pidieron microcréditos a sus militantes y organizaron un
crowfunding (financiamiento colectivo) a través de las redes sociales. Tras la votación, devolvieron todo el dinero prestado con la aportación estatal por voto.
Ahora, Guillier está pensando en pedirle al Servel que le ayude a buscar dinero. Una opción es forzar una interpretación de la norma constitucional para que el BancoEstado lo financie. Pero renunciar al Senado, jamás. Gracias a eso, podemos volver a los tiempos en que senadores y diputados compraban latifundios o financiaban candidaturas y viajes con créditos del banco público a tipos de interés reducidos.