Santiago Silva sufre más que ningún otro delantero que hoy juegue en Chile. Y como buen jugador del Atlántico que es, se le nota, incluso mucho más allá de lo que sus gestos puedan reflejar en la cancha. Para nadie, y menos para él, es un misterio que ha fracasado en su misión central y que por más que su entrenador lo respalde no sólo con el verbo, sino que con acciones, la ansiedad por convertir lo está matando por dentro.
El problema de Silva no es único. Su sequía goleadora se puede extrapolar sin mayor esfuerzo a la que vive Universidad Católica con su rendimiento general, y en especial su fase de juego ofensivo. El delantero es el dramático ejemplo de la impotencia futbolística que padece en la actualidad la UC cada vez que en San Carlos de Apoquindo debe imponerse a un rival abordable, de acuerdo a un par de categorías tan simples pero efectivas como son la comparación de planteles, de presupuestos o de tradición.
La UC de este torneo no pesa y menos intimida futbolísticamente. Lo mismo sucede con Silva, cuya presencia mantiene ocupada a la defensa contraria, aunque no más que el delantero referente que puedan tener los otros clubes. La coincidencia es manifiesta en estas primeras cuatro fechas: tanto el funcionamiento de conjunto como el desarrollo individual del uruguayo terminan frustrados cuando la jugada debe concluirse, cerca o dentro del área rival. Es en esa zona donde la Católica no puede resolver cuando logra ocupar correctamente los espacios. Ni los carrerones de Fuenzalida, chispazos de Buonanotte o el retorno de Vargas descomprimen un modelo que ha mostrado variantes (eso no se le puede discutir a Mario Salas), pero que se debilita lánguidamente en los trazos definitorios, porque en el sector defensivo, pese a desaplicaciones puntuales que han costado goles, conserva un nivel satisfactorio.
¿En qué proporción el progreso cruzado está dependiendo de una ostensible mejoría de Silva? Salas ha hecho prevalecer la característica física del delantero por sobre otras variables, como la marginación a la banca o la sustitución, que procederían en un futbolista de menor trayectoria o menos relevante en el esquema táctico, porque sigue creyendo en el modelo y en las piezas que lo conforman. Y esta determinación de confianza sobre Silva no parece ser unívoca, sino que responde a cómo el técnico pretende salvar colectivamente este discreto arranque: insistir sobre una alineación hasta que rinda como él espera y sume puntos de a tres... o morir en el intento.
Ya es de uso común que Salas es un tipo firme en sus convicciones. Y que Silva puede estar chocando toda una noche contra una pared con tal de derribarla. Pero lo que siempre es un misterio es cuánto aguante hay en la Católica...