Hay cosas que aún me cuestan entender. Por ejemplo: estamos todos de acuerdo en la importancia de la próxima fecha clasificatoria para ir al Mundial. Es clave cosechar la mayor cantidad de puntos, independientemente del fallo del TAS, que esperamos con tanta inquietud. En esa línea, Juan Antonio Pizzi, un hombre invisible en el debate del fútbol chileno, dijo en su última conferencia de prensa una verdad que debe ser la más directa y puntual de cuantas se le hayan escuchado en su gestión: "Hubiese preferido que el clásico se jugara con anterioridad".
O sea, al entrenador de la selección chilena, el partido no le acomoda programado el domingo a las 12 del día. Reviso los archivos de noticias y encuentro, el 8 de agosto el compromiso de la ANFP para modificar la programación si fuera necesario. Pero el mismo Pizzi cerró la opción: "Tengo entendido que se hicieron los intentos para cambiarlo, pero no fue posible". Chan-chan.
Desgraciadamente, en la dinámica que nos hemos impuesto, la opinión del seleccionador sólo se conoce cuando hace conferencias de prensa, muy de tanto en tanto. Nadie podía prever -en el periodismo o la opinión pública- cuál era su sentir sobre la programación. Y cuando lo dijo, la leche ya estaba derramada. No hemos sabido, hasta ahora, cuáles fueron las gestiones que se hicieron, ni por qué fracasaron. ¿No quisieron los clubes? ¿O no quiso la autoridad? ¿No se podía jugar el sábado? ¿O el jueves, si era necesario, para el bien superior de nuestra actividad? Les pregunto con total ingenuidad e ignorancia: ¿se hicieron todas las gestiones necesarias para que nuestro cuerpo técnico tuviera las herramientas ideales para enfrentar la fecha? Y les hago otra pregunta: ¿si hubiera sido Bielsa, o Sampaoli, los que pedían, les habríamos cambiado la fecha? ¿Les preguntaron a Hoyos y a Guede si podían hacer la gauchada?
No sé si el asunto está totalmente zanjado, si no hay vuelta atrás, si a alguien más que a mí le pareció que nuestra selección, en esta instancia clave, requería de las mejores condiciones de preparación. No importa si es un capricho técnico de Pizzi o una petición de última hora, lo que sé es que le parecía importante modificar la programación del clásico y no pudo ser.
Permítanme decirles que la forma que ha buscado Pizzi para relacionarse con el medio me parece mala, casi absurda, extraña. Esa ausencia permanente de la contingencia provoca que, por ejemplo, nos enteráramos de su pensamiento sobre el fallo del TAS por el periodismo argentino. Y que, cuando hay que poner temas concretos sobre la mesa no hay manera de acercar su pensamiento, su crítica o su reflexión a los medios, los personajes influyentes y, en definitiva, a la gente. ¿Sabrán los hinchas que Pizzi preferiría que el partido entre la U y Colo Colo se jugara antes? ¿Se podría haber hecho algo? ¿O efectivamente se hizo algo que nosotros desconocemos y que, en rigor, nos correspondería saber?
En fin. Pizzi lo quiso así. Y así no más será. Después no nos quejemos.