En principio "Esto (no) es un testamento" parece una idea excepcional. Despierta grandes expectativas al proponerse hacer un testimonio retrospectivo de 60 años de trayectoria de Ictus, nuestro más longevo conjunto teatral independiente, y el de mayor compromiso militante con la contingencia como rasgo constitutivo; elaborado en la línea del colectivo La Laura Palmer, que ha desarrollado una loable labor de teatro documental en el último lustro.
Eso sí, esta coproducción de GAM, Ictus y La Laura Palmer pide dos condiciones para apreciarla mejor. Una, que su espectador haya seguido la ruta del conjunto para que pueda completar las múltiples omisiones y saltos de su zigzagueante relato. Sin conocer su currículo, parte de la obra puede tornarse una entrega desordenada y asistemática de datos y anécdotas.
Lo otro es que ojalá quien asista no haya visto otros trabajos siempre autorreferenciales de los directores Italo Gallardo y Pilar Ronderos, para que así se asombre con su singular estilo, mezcla de testimonios reales con dichos registrados en video, más un dinámico despliegue de documentos y objetos diversos, e imágenes en circuito cerrado, en una puesta que es un sincronizado audiovisual en vivo perfectamente coreografiado. A quien haya seguido sus propuestas el resultado lucirá repitiendo técnicas que ya les hemos visto, aplicadas a un material externo y algo ajeno. Como si fuera una fórmula acomodada "por encargo".
Aquí tres
performers -María Elena Duvauchelle, José Secall y Paula Sharim- reconstruyen el itinerario de la compañía, agregando tres contactos vía video con Nissim Sharim, quien asumió la dirección artística y control absoluto de Ictus en su última etapa, a principios de los 90, tras terminar de desgranarse la formación que hizo historia desde mediados de los 70. Ese es el grupo que hizo resistencia política al régimen militar, para lo cual desarrolló el método de creación colectiva. En este tipo de teatro documental, el hablante expone lo que ha vivido; y aquí, salvo Duvauchelle, ligada desde antes, Secall y Paula Sharim se integraron a fines de ese período.
Entonces uno se pregunta a quién alude el título: ¿Es Ictus, los actores a la vista, quizás Nissim Sharim, los que buscan o no dejar un legado? Porque a poco andar la revisión indirecta de la historia del grupo teatral, da paso a otro plano: el recuento de las experiencias de vida, personales y artísticas, del trío relator en relación a su oficio y al devenir de la contingencia. Así Duvauchelle evoca el asesinato de su hermano Héctor en Caracas y Paula Sharim sus inicios en la telenovela, que no vienen al caso, mientras que el pasado de Secall resulta tan atractivo que con él se podría armar otra obra. Lo cual suma un tercer flanco de continuas referencias a circunstancias puntuales de la situación del país en dictadura.
La estructura errática de la obra sugiere que el proyecto en algún momento perdió su eje esencial perjudicando el fin mayor. De hecho, hay integrantes ilustres de la mejor etapa del colectivo -como Delfina Guzmán o Claudio di Girólamo- que no fueron convocados para dar testimonio y apenas se los menciona en el diálogo. Así que uno tiende a pensar que si este esfuerzo quiso recapitular la trayectoria de Ictus, lo hizo desde una perspectiva particular, la de Nissim Sharim.
Sala La Comedia (Merced 349).Reservas: 226391523-226392101.
Jueves, viernes y sábados a las 20:30 horas.