De título rimbombante, "Dioses suicidas" es el cuarto texto que estrena el actor Antonio Zisis (27) y está claro que en el camino soltó la mano en cuanto manejo del diálogo y creación de situaciones. A poco andar de su montaje se hace notar que hay algo rebuscado y postizo en lo que muestra: una fiesta de alcohol, rock y tentación
swinger de dos cínicas parejas burguesas amigas de largo tiempo, que entre whisky y whisky discuten sobre la idea del suicidio como posibilidad de alcanzar la libertad absoluta, accediendo así a un plano superior. Esto, a partir de una cita ocasional al escritor ruso Fedor Dostoievsky, y a sus novelas, "Crimen y castigo" y, en particular, "Los endemoniados" (y uno de sus protagonistas, Kirilov).
Todo esto, la obra lo busca desarrollar en un tono de comedia negra de salón, al menos hasta bien avanzado el relato. Lo que da la impresión de que aquí se frivolizan los grandes temas del hombre -Dios, la muerte, la libertad- abordados. Más de alguien se puede sentir con derecho a preguntarse si el novel autor realmente entiende y ha madurado las ideas que pone en debate (y conoce y respeta de veras al maestro que invoca) o si solo se trata de un antojo esnob. Peor aún, la comedia deriva en su tramo final a un peligroso juego de ruleta rusa, que no parece justificado ni motivado psicológicamente. Y cómo lo iba a estar si la historia y la sesuda reflexión que esta debiera contener, ocupan apenas una hora de representación.
Nos pareció que un buen incentivo para apreciar la propuesta era su dirección por Cristián Plana, dada su estimable trayectoria. Pero la revisión posterior del texto indica que su aporte tiende más bien a acentuar el aire de pretenciosidad del conjunto. Son ideas teatrales suyas, no de Zisis, y harto arbitrarias, que la acción ocurra en su totalidad en la zona izquierda del escenario, dejando el resto vacío, y que la fiesta sea una de disfraces, lo que permite que los hombres salgan del Papa y Salvador Allende, y ellas de Jesucristo y Cleopatra. Menos arbitrarias, aunque igual de inconducentes, son las dos canciones pop que se interpretan íntegras interrumpiendo la acción y el efecto en el remate de solemne e inexplicable grandilocuencia.
El cuarteto de actores defiende lo mejor que puede sus personajes, nada de empáticos y esbozados en el texto en obra gruesa. Por lo demás, nunca lucen en escena demasiado intelectuales ni suficientemente ebrios.
Teatro Finis Terrae. Pocuro 1935, Providencia. Jueves a sábado, 21:00 horas. Hasta el 9 de septiembre.