Curiosa y novedosa iniciativa del candidato Sebastián Piñera.
Crear un Museo de la Democracia que, en rigor, debería denominarse Museo de Transición a la Democracia, porque es el período que abarca y el ejemplo que se desea mostrar al mundo.
Desde 1989 hasta el 2000, en principio, porque los historiadores aún discuten su inicio y término.
Una etapa donde los chilenos llegamos a la democracia de manera transversal y pacífica. Un período modélico de convivencia nacional. Un ejemplo para el mundo.
El museo sería un maravilloso instrumento de educación cívica.
Por la proximidad de los acontecimientos se daría una extraña paradoja: los que inauguran el museo forman parte del museo.
Dejando de lado el evidente narcisismo, por lo demás tan humano, la cercanía con los hechos es una oportunidad para que los protagonistas proporcionen utensilios, documentos, vestimentas y un material de evidente valor museístico.
Hay objetos, fechas y hechos que no pueden faltar.
Hay sucesos indiscutibles que marcaron la época.
Digamos algunos que tienen que estar.
19 de diciembre de 1990. El Ejército realiza un ejercicio de enlace y acuartelamiento. El gobierno no sabía lo que iban a hacer y algo aún más inquietante: los uniformados tampoco. Cuentan que algunos parlamentarios compraron pasajes con destino al extranjero y otros, en cambio, partieron al campo. Se deben exhibir las causas que provocaron un movimiento de tropas leve pero tenso: tres cheques que el Ejército le extendió a Augusto Pinochet Hiriart, por un total de 971.940.001 pesos. El caso de los
pinocheques, años después, se sobreseyó, porque fue un malentendido folclórico del cancionero de la transición.
23 de agosto de 1992. Una sala para la radio casetera Kioto y la exhibición permanente del programa
A eso de..., de Megavisión. También el escáner del regimiento Soberanía, con el cual se intervino el teléfono de Sebastián Piñera, que tampoco era el único vigilado en tiempos de transición. El Comando de Telecomunicaciones realizó una profunda investigación que después se incineró. Un puñado de esas cenizas, quizá, se podrían exhibir dentro de un ánfora.
28 de mayo de 1993. Un titular del diario
La Nación necesita estar: "Reabren caso cheques del hijo de Pinochet". Se inicia el "Boinazo" y los militares rodean el edificio de las Fuerzas Armadas, casi frente a La Moneda. El gobierno no sabía lo que iban a hacer y algo aún más inquietante: los uniformados tampoco. Una o dos bancadas, y en grupo, adquirieron pasajes o viajaron a la costa. Algún oficial retirado podría aportar la boina. Y seguro que por ahí hay una tarjeta de embarque hacia París, sin uso y vencida del 93.
3 de marzo de 2000. En la agonía de la transición un avión tanque Águila de la FACh viaja desde Londres. El general Augusto Pinochet aterriza en silla de ruedas, pero en la losa se levanta y camina. El bastón que empleó se luciría iluminado en un escaparate. Entendemos que está en poder del senador Iván Moreira, pero si es para un museo, estamos seguros: lo presta. El bastón tendría poderes similares a la escoba de Harry Potter.