A juzgar por lo que se ve y oye en la versión local de "Tebas Land", se hace difícil entender por qué esta pieza del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco (46) -los últimos 25 años radicado en París- fue nominada en Londres a un premio al mejor texto de la escena off, y en su estreno en Buenos Aires obtuvo los elogios más entusiastas de la crítica y del público el año pasado (y sigue allí en cartelera).
Es una propuesta bastante compleja de llevar a escena. Busca indagar en un tema de por sí perturbador, el parricidio, a partir, según los informes previos, del mito de Edipo, la figura del santo medieval San Martín de Tours y de un expediente penal apócrifo elaborado por el propio autor. Pero desde los primeros minutos se nos aclara que lo que veremos será la construcción de una obra teatral por un dramaturgo; una "autoficción" (así la bautiza Blanco) en que un escritor, quizás él mismo, que quiere crear una pieza acerca de un joven veinteañero que asesinó a su progenitor y evoca la serie de entrevistas -¿ficticias?, ¿reales?- que sostuvo con el parricida en la cancha de básquetbol de la cárcel en que está confinado.
A poco andar surge un tercer personaje, el actor que encarnará al presidiario, interpretado por el mismo segundo actor. De modo que se nos propone un estudio acerca de la ominosa pulsión de matar al padre y, al mismo tiempo, una obra metateatral sobre el tema de la representación.
Bajo la dirección de la dramaturga Lucía de la Maza, a quien no habíamos visto nunca antes en esa función, la puesta local da una impresión inánime de principio a fin, sin sangre ni vísceras; armada en sus aspectos puramente formales, pero sin modulaciones ni nada por debajo de lo manifiesto. La escritura se vuelve de recargada oralidad expuesta por sus dos ejecutantes que no actúan, solo dicen sus extensos diálogos sin intencionalidad, como si estuvieran recién internalizándolos. Peor aún, Lucas Balmaceda asume sus dos roles sin diferenciarlos mínimamente; pronto es imposible identificar frente a cuál de ellos estamos.
A decir verdad, revisando el texto con posterioridad, se confirma la sensación que deja el montaje de que en él hay un exceso de materiales. Desde luego por sus dos temas sobrepuestos; pero además porque abunda en demasiadas referencias cultas cuya acumulación puede lucir hasta pedante. Las alusiones y largas citas a Sófocles, a Dostoievski, Maupassant, Barthes, Freud o a la pintura flamenca entre otras, agregan poco o nada a las cuestiones del parricidio y de la representación. El mismo título suena, ciertamente, un poquito esnob.
GAM. Avenida Libertador Bernardo O'Higgins 227. Miércoles a sábado, 20:30 horas. Hasta el 26 de agosto.