Esta es una película monumental, en dos de los sentidos de esa palabra: el tamaño de la producción y su voluntad de homenaje a la mayor evacuación de tropas de la historia. Hay una tercera acepción de monumental: excelencia.
¿Es excelente? Veamos.
En los inicios de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de Hitler hicieron retroceder a los ejércitos de Inglaterra y Francia hasta que unos 400 mil de sus hombres quedaron arrinconados contra el mar en la extensa playa de Dunkerque.
La gigantesca operación de rescate fue motivo de una de las películas más caras del pequeño buen cine inglés de los 50, con un reparto de estrellas comparable al de la versión actual; ese Dunquerque (1958, así, con "q") quedó a cargo de Leslie Norman, uno de los peores cineastas de aquella generación entrañable, pero aun así consigue una épica de la victoria individual sobre la desesperación. Otra visión, mucho más de pasada, se encuentra en
Expiación (2007), donde el director Joe Wright dedica un prodigioso plano secuencia de cinco minutos a recoger el desorden enloquecido, surrealista, de las tropas.
Este Dunkerque es más militar, no solo en el orden de la playa, sino también en la planificación: la película misma parece una gran operación logística, disciplinada, ordenada; hasta los razonamientos de los personajes son militares. Con aparente fidelidad a sus temas del tiempo y la sincronía, el relato de Nolan sigue tres líneas: el muelle, durante una semana; el mar, en un día; y el aire, en una hora. Esto, en verdad, no funciona: no hay indicio de que transcurra una semana en la playa (a lo más, dos noches) y la lancha civil no se toma un día. La convergencia temporal es irrelevante y no agrega significación alguna.
Lo que sí permite la convergencia es el montaje alterno. Este es el primer mecanismo narrativo del cine, viene desde Griffith y es tan delicado, que cuando falla lo arruina todo. Nolan no falla: por ejemplo, en la secuencia que reúne a un piloto caído a punto de ahogarse con la lancha civil que lo rescata. Exacto, preciso: angustia y alivio.
La alternancia genera ansiedad, apuro y angustia. No se ve razón para manipular esas emociones con una banda sonora que cuando no presiona el ritmo visual, está subrayando el movimiento, el ritmo interno de la acción. Esta banda pertenece a uno de los capitostes sonoros del cine actual, Hans Zimmer, favorito de los hermanos Tony y Ridley Scott, de Ron Howard y de Nolan. Pero el mismo Nolan se muestra inseguro cuando agrega a sus secuencias emocionantes unas partituras excesivas que invaden y desarman sus imágenes. Es lo peor de esta cinta (aunque quizá le den su octavo Oscar a Zimmer).
Todo lo anterior no significa que Dunkerque no sea un estupendo espectáculo. Solo es un esfuerzo por poner en perspectiva la idea exagerada de que se trata de una obra maestra, incluso aunque sea cierto que es la mejor cinta de Nolan, cineasta interesante, incluso notable (y desde luego muy exitoso), pero de ninguna manera magisterial.
No es bueno ser mezquino, pero tampoco hay que pasarse.
Dunkirk
Dirección: Christopher Nolan
Con: Fionn Whitehead, Mark Rylance, Tom Hardy, Jack Lowden, Kenneth Branagh, James D'Arcy, Cillian Murphy
106 minutos.