Alejandro Guillier cambió ayer el tono del lector de noticias en televisión por la monótona cadencia del político profesional. El tono, inhabitual en él, fue una recomendación de su equipo para parecer "más republicano" ante sus seguidores, pero hizo que a ratos pareciera un humorista imitando a un político en aquel viejo chiste que empezaba diciendo: "¡He llegado hasta Taltal para levantar a Pueblo Hundido y ascender a teniente al Cabo de Hornos!".
Después de casi un mes en que hurtó su presencia de la mirada del público y evitó pronunciarse sobre aspectos clave de la coyuntura, el ex periodista inscribió oficialmente su candidatura presidencial. "Hemos cumplido con el doble de las firmas requeridas", se jactó ante sus seguidores que se agolpaban en la calle Esmeralda, frente al Servicio Electoral.
La cadencia a la hora de recitar su discurso no fue lo único que llamó la atención en este nuevo Guillier republicano. También lo hizo su elegante atuendo tricolor, combinando el azul oscuro del traje con la camisa blanca y una corbata roja. Y hasta el coche elegido por su equipo de protección, un Kia Sorento negro presidencial, que estaba discretamente estacionado detrás del escenario.
Esta vez, además, no hubo lugar para las dudas que se produjeron en marzo pasado respecto de si Guillier es el candidato del continuismo o no cuando este esbozó una tímida crítica a la gestión del actual gobierno. Tampoco hubo signos de desprecio hacia los partidos políticos. Al contrario, ahora el candidato asegura que estos son esenciales para hacer "una mejor política". Afirman los asesores de su campaña que ha aprendido y que no habrá más concesiones a las frivolidades. Al menos Guillier ha prometido no recaer en las antiguas. Aunque siempre caben frivolidades nuevas.
Y para que quedara absolutamente claro que ha habido un cambio, el senador favorito de Michelle Bachelet entregó sus firmas en el Servicio Electoral acompañado de los presidentes del PC, PS, PR, PPD, IC y MAS. Toda la Nueva Mayoría, excepto la DC, que ha preferido competir por su cuenta.
También en su discurso el continuismo quedó de manifiesto expresamente. Guillier transmitió la idea de que profundizará en la reforma de la educación, que se ocupará de la salud y las pensiones, que luchará contra el abuso y la colusión, y que promoverá la descentralización. Aquí es donde se visualiza uno de sus grandes desafíos. Cada vez que se refiere a estas cuestiones, el candidato expone su flanco más débil: si tiene que luchar contra el abuso y la colusión, es precisamente porque el actual gobierno ha fracasado en ello; si tiene que ocuparse de la descentralización, es porque ésta no se ha logrado... En fin, que cada vez que promete algo concreto, él mismo recuerda de dónde viene y que el legado que dice defender es claramente insuficiente y, muchas veces, de pésima calidad.
Para Guillier y su equipo de campaña, este mes de agosto es crítico. Si no logran que su candidatura coja vuelo, Beatriz Sánchez lo jubilará de cara a la segunda vuelta. Por eso, el candidato de la Nueva Mayoría (sin el PDC) anunció que ahora empieza la campaña en serio y que recorrerá el país de norte a sur, un despliegue de actividad que le exigirá un esfuerzo desacostumbrado.
Además, tendrá que poner sobre la mesa ideas mejor perfiladas que vayan más allá de los lugares comunes y los autogoles que se le oyeron ayer: "La crisis actual más que política, más que económica e institucional, es una crisis ética", "el mundo está cambiando una enormidad", "si queremos resultados diferentes no podemos hacer más de lo mismo", "tendremos municipios empoderados, bien financiados, y no como ocurre hoy"...
El Guillier más republicano, más político, más disciplinadamente partidista, todavía está pendiente de demostrar en las próximas semanas que posee la magia para conquistar a los electores. De momento, ya tiene el kit republicano: tono, traje, escolta y vehículo. Falta ver si, además, tiene la profundidad política necesaria.