La sede del comando de Carolina Goic está en una de esas antiguas viviendas de clase media de Providencia que tanto les gustaban a los viejos falangistas. En la calle Triana tuvo su sede la radio Santiago, una de las emisoras de la DC, y muy cerca estaba la revista Hoy. Vecino ejemplar de este barrio fue, por citar al más destacado de sus líderes, Eduardo Frei Montalva. Vivía en Hindenburg 683.
Antes de
neomayoritarizarse y llegar adonde ha llegado en la política chilena, la DC tenía un mecanismo de resolución de conflictos que era casi una copia del funcionamiento eclesiástico: se nombraba una comisión de "hombres buenos" que zanjaba los problemas, ya fueran personales o políticos. Bernardo Leighton, Gabriel Valdés, Radomiro Tomic, Patricio Aylwin, José Piñera Carvallo, Alejandro Silva Bascuñán fueron algunos de ellos. Casi todos eran fundadores de la Falange. Figuras ampliamente respetadas por la militancia.
Dos veces fracasaron los "hombres buenos" y las dos veces la DC se fragmentó por su izquierda. Primero con el MAPU, en 1969, que a su vez se volvería a dividir más adelante, y la Izquierda Cristiana (IC), en 1971.
Hoy ya no quedan "hombres buenos" en la DC. Casi todos esos viejos dirigentes han desaparecido. De hecho, el partido ha llegado a una situación crítica por culpa de un hombre malo: Ricardo Rincón. Así lo consideró ayer Carolina Goic cuando anunció que vetará "en especial" la candidatura de este diputado, acusado de maltratar a una mujer con la que tenía una relación sentimental.
Goic admitió que la decisión de la Junta Nacional de la DC, de aprobar la candidatura de Rincón el sábado pasado, fue "un duro golpe", pero el episodio le ha permitido encontrar un punto de apoyo donde sus aspiraciones puedan ganar tracción. De hecho, después de aplastar a Rincón, el equipo de Goic quiere que se abran huecos en las listas para personajes como Jorge Burgos o Mariana Aylwin, y no es difícil adivinar que en esa tesitura la alianza aprobada por la Junta Nacional con Izquierda Ciudadana y el MAS tiene las horas contadas.
La candidata DC hizo ayer ciertas cosas muy bien: no es una gran oradora, pero se dirigió en términos sencillos y directos a las mujeres. Trazó una línea roja en el maltrato intrafamiliar y emplazó a los demás candidatos presidenciales a imitarla y limpiar sus propias listas de indeseables.
Su decisión, sin embargo, proyecta una sombra de duda sobre los aspectos institucionales de la Democracia Cristiana. ¿Cómo se explica que los delegados de la Junta Nacional apoyaran a Rincón, conociendo los mismos antecedentes que Goic consideró antiéticos? ¿Si ese mismo órgano, que no comparte los principios de su presidenta, fue capaz de alumbrar el acuerdo con la IC y con el MAS, por qué debería Goic respetarlo? ¿Es la cúpula de la DC un foro donde poderosos clanes, como el de la familia Rincón, ponen a competir sus intereses, generando un equilibrio totalmente falto de principios?
Jorge Burgos, jefe de campaña de Goic, miraba complacido a la candidata desde el fondo de la habitación de la casa de la calle Triana. Complacido, pero no sorprendido: los anuncios clave ya los había anticipado él a los periodistas minutos antes. Burgos conoce en carne propia el alcance del fracaso que la deriva
neomayoritaria ha supuesto para la DC. Con tal de no romperse por la izquierda, su partido ha perdido cuadros muy cualificados. No todo ha sido fruto de la radicalización, también ha contribuido la falta de una cantera de expertos más competentes que ideologizados.
A falta de "hombre buenos", a Goic no le ha quedado más remedio que dar un salto generacional y nombrar a Patricio Zapata -un constitucionalista de conocida probidad, pero que por su edad no llegó a ser falangista- para que expurgue sus candidaturas de los hombres malos. Veremos a cuántos pilla.
John Müller