La crisis venezolana ha dejado claro que la administración de Donald Trump ha subcontratado su política para Sudamérica al senador republicano Marco Rubio. Es una mala idea, incluso para quienes tengan una opinión positiva del legislador de Florida.
Las últimas sanciones de EE.UU. contra 13 funcionarios venezolanos involucrados en violaciones a los derechos humanos y corrupción ilustran el caso. Las sanciones, que incluyen la retirada de visas y la congelación de bienes en Estados Unidos, habían sido sugeridas por Rubio a la Casa Blanca.
Rubio y el senador demócrata Bob Menéndez enviaron una carta a Trump el 25 de julio, pidiendo sanciones personalizadas contra 10 funcionarios y ex funcionarios venezolanos. El 26 de julio, poco después de las 6 de la mañana, Rubio anunció en un tuit -antes que la Casa Blanca- que "Hoy será un mal día para 13 colaboradores del esfuerzo de Nicolás Maduro por destruir la democracia en Venezuela".
Seis horas más tarde, el gobierno de Trump anunciaba las sanciones contra 13 figuras del régimen de Maduro, incluyendo 10 de la lista presentada por Rubio y Menéndez.
El anuncio fue hecho por la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro. Curiosamente, no hubo un anuncio del Departamento de Estado ni declaraciones del secretario de Estado, Rex Tillerson.
Llamé al Departamento de Estado para ver si me había perdido sus últimas declaraciones sobre Venezuela, pero me informaron que no había habido ninguna en los últimos días. Hice una búsqueda en Google del nombre de Tillerson y Venezuela, y tampoco encontré nada en los últimos días, a pesar de que la crisis venezolana ha dejado más de 110 muertos en las últimas semanas.
Rubio surgió como un factor clave en la política hacia Venezuela en febrero, cuando organizó una reunión entre Trump y Lilian Tintori, la esposa del entonces encarcelado líder opositor, Leopoldo López. Rubio también ha sido una figura clave detrás de las medidas parcialmente simbólicas de Trump para revertir la apertura del ex Presidente Barack Obama hacia Cuba.
No hay nada de malo en que Trump reciba el consejo de Rubio, quien preside el Subcomité del Hemisferio Occidental del Senado, excepto por el hecho de que el Presidente de Estados Unidos ha dejado totalmente de lado al Departamento de Estado.
Eso impide que Trump reciba el punto de vista de los diplomáticos estadounidenses, que pueden ver las cosas desde una perspectiva diferente a la del senador.
Por ejemplo, Rubio ha sugerido que Estados Unidos imponga un embargo petrolero a Venezuela si Maduro continúa con sus planes de reemplazar la Constitución por otra como la cubana. Pero la opinión de Rubio puede estar influenciada por su deseo de complacer al creciente grupo de exiliados venezolanos en Florida, cuyos votos necesitará en las próximas elecciones.
Las principales figuras de la oposición venezolana me dicen que un embargo petrolero estadounidense sería una pésima idea. Al igual que sucedió en Cuba, alimentaría la narrativa de Maduro, según la cual Venezuela es una víctima del "imperialismo", y rompería el bloque de más de una docena de países latinoamericanos que exigen que Maduro restablezca la democracia en Venezuela. Ese bloque diplomático se derrumbaría inmediatamente si Estados Unidos impusiera un embargo petrolero que afecte a todos los venezolanos.
Además, dejar al Departamento de Estado fuera de juego significa que EE.UU. no está usando su pleno poder diplomático -incluyendo sus 19 embajadas con miles de diplomáticos en América Latina-, para convencer a otros países a adoptar sanciones diplomáticas colectivas contra el régimen venezolano.
La razón por la cual Rubio se ha convertido en el principal asesor de Trump en asuntos sudamericanos es simple: Rubio es miembro del Comité de Inteligencia del Senado, que está investigando la interferencia de Rusia para ayudar a ganar a Trump en las elecciones del año pasado. Y a juzgar por los tuits de Trump, la investigación de Rusia es el tema que más le preocupa.
Pero esa es una desafortunada razón para delegar la crisis más grande de este hemisferio a un senador. Marginar a la diplomacia estadounidense no ayudará a crear una sólida coalición internacional para ayudar a restablecer la democracia en Venezuela.