Mundo salvaje , de Luis López-Aliaga, lo confirma como uno de los mejores artífices del engañoso y mal llamado género breve en nuestro país. La docena de fábulas que contiene esta antología es, por lo general, solvente, ingeniosa, original, y si bien ninguna historia sobresale en relación con otra, hay muy buenos momentos, pasajes divertidos, situaciones casi siempre fuera de lo común; sin embargo, esta colección es un tanto plana, quizá uniforme. Ello se debe, sin duda, a que resulta difícil distinguir un relato de otro, a que la mayoría de ellos parecen intercambiables, en fin, a que es prácticamente imposible recordarlos una vez que se han leído. Mundo salvaje presenta varios denominadores comunes: la actividad de animales y animalejos de toda clase, sean reales o imaginarios, en cada una de las narraciones -bichos, aves, gérmenes, roedores, mascotas, especies en vías de extinción- y ello se percibe en los mismos títulos, tales como "El año del chancho", "Monito del monte", "León chino", etc.; el espectro cronológico cubierto por el libro, que va desde el período de la dictadura hasta el presente, bien manejado por el autor; la renuncia o supresión del diálogo, rasgo que hoy viene siendo común en la mayoría de nuestros cuentistas, y como ya es un aspecto habitual en los textos de López-Aliaga, las conflictivas relaciones entre hombres y mujeres, pues, por decirlo de algún modo, nadie pertenece a esa variante de la convivencia humana que se llama familia normal (esto último, por cierto, no es defecto, ya que para un escritor de tomo y lomo los grupos de parientes funcionales suelen ser el colmo de lo aburridor).
"La estación más fea del mundo, pensaba él mientras la esperaba. Pensaba eso aunque no conocía muchas estaciones... Y solo a la pasada, lo que se demoraba el tren en recuperar la marcha... Siempre tenía la tentación de bajarse. En todas las estaciones sentía que podía hacerlo, bajar del tren y caminar por una calle hasta perderse. Pero nunca lo hacía. Nunca se bajó en ninguna estación. Pero esta, en la que estaba esperándola a ella, era la estación más fea del mundo".
Las líneas anteriores proceden de "Un pájaro negro" y la terminal ferroviaria a la que alude el protagonista es la de Temuco; el chico tiene 13 años y se arranca de su casa para juntarse con la muchacha a la que ama, que tiene 15 años. El clima de la crónica es similar al del resto de los episodios de este volumen: expectante, inestable, algo mortecino; su final es notable, sorpresivo y tiene mucho que ver con la tecnología actual, aun cuando López-Aliaga es muy inteligente para explicitarlo con todas sus letras, de manera que el lector, sobre todo si es un lector joven pegado a los aparatos portátiles, adivinará enseguida cómo se conocieron él y ella.
"Crías", que inaugura la compilación, comienza en el sector sur de avenida Matta y culmina en el deteriorado centro santiaguino; esta vez un muchacho se mete a un cine de Huérfanos sin saber si lo admitirán -era la época de la censura- y cuando sale ingresa a otro local para cumplir con necesidades perentorias; de regreso a casa se topa con una criatura pavorosa: "Entonces paso frente al animal que, aún bajo el farol, desenrolla el cuello de tubo negro... veo que se ha puesto de pie y viene detrás con paso calmo, casi indolente. Con las dos patas traseras se da impulso y cae con la pata de adelante, que es un poco más grande que las otras dos". Previsiblemente, "El año del chancho" termina con el sacrificio de un simpático porcino, luego de sesiones de espiritismo y desencuentros sentimentales entre Enzo y Flavia, en medio de un ambiente político altamente represivo. "El cóndor Castro", una de las mejores piezas del volumen, tiene de personaje central a un maratonista peruano a quien los dirigentes de un club que agrupaba a nuestros vecinos geográficos destacados en la capital le quieren hacer ganar la carrera a como dé lugar (entre ellos hay un Fernando López-Aliaga, que debe ser familiar del autor); no obstante, el novato deportista llega a las finales con el número 128, a pie pelado y sin las costosas zapatillas que sus patrocinadores le compraron.
"La voz de los pájaros", pese a su nombre, no es, propiamente hablando, una aventura ornitológica, sino "una historia graciosa, en la medida en que cualquier historia puede ser graciosa". Se evocan las protestas estudiantiles, las persecuciones callejeras, el surgimiento de líderes estudiantiles muy luego olvidados, romances fugaces y mucho más, todo en secciones breves, a veces tan breves que apenas alcanzan a ser una frase. En cambio, "Monito del monte" es descrito por alguien que tuvo como novia a Romina, una ambientalista fanática, aunque no logró dar con el singular mamífero que se aparece nada menos que en El Arrayán.
"Mundo salvaje", que da el nombre a este compendio, es el texto más extenso, ambicioso y quizá el más logrado de esta compilación. Hay una multiplicidad de actores que toman parte en sucesos simultáneos y vertiginosos; una mujer, Clarissa, va a dar a luz, pero su marido, que quiere estar presente en el parto, es secuestrado; una pareja se separa porque ella prefiere a su legítimo esposo, lo que resulta intolerable para el amante; Antón Rubilar, casado con Mariana, sufre la pérdida de un entrañable perro y el accidente que le cuesta la vida al can es el hilo conductor de la violenta anécdota. Así, Mundo salvaje , es, en conjunto, una satisfactoria recopilación de cuentos.