La sorpresiva salida de Óscar Meneses de la gerencia técnica de Colo Colo es una señal más de la confusión general del club. Que el argumento esgrimido sea su desidia para gestionar la llegada del pase de Jorge Valdivia indica el grado de desorden que hay en la cabeza de la institución.
A Meneses lo trajeron para allanar la llegada de Pablo Guede tras la renuncia de José Luis Sierra, aunque el ex jugador y DT se identificaba más con el estilo del "Coto" que con el del argentino, al que solo lo ligaba tener el mismo representante. De allí en más, el estilo de Guede le pasó la aplanadora de manera tan evidente que Meneses se fue extinguiendo con cada una de las excentricidades de su entrenador, partiendo por la ruda.
Aunque la renuncia debió llegar mucho antes, se consuma cuando el desmadre ya es demasiado evidente: las riendas del club las llevan dos personalidades avasalladoras, que no consideran necesario barnizar sus decisiones porque en su estilo no hay margen para las explicaciones.
La figura del gerente técnico ya tiene tiempo en el fútbol chileno. De hecho, en el directorio de Blanco y Negro, Jaime Pizarro no salió indemne en su paso por la función, que requiere personalidad para imponerse a los técnicos y dirigentes, además de mantener una juiciosa distancia de los representantes de jugadores, que suelen ser más poderosos e influyentes, como quedó demostrado en el mismo Colo Colo.
Tras el despido de Johnny Ashwell de Unión, el más fuerte de los gerentes es José María Buljubasich en la UC, que navegó por aguas turbulentas antes de encontrar a Mario Salas como interlocutor ideal, lo que no lo eximió de las críticas del "Comandante" por venderle a Alfonso Parot. Con fracasos reiterados en el plano internacional, el mérito de la dupla es haber proyectado adecuadamente el trabajo de las divisiones menores.
Por lo mismo hay que observar con atención lo que pasa en la U, donde Guillermo Hoyos fue renovado hasta el 2019 con plena aprobación directiva, y con anuncio de una mayor presencia en las divisiones menores y en las políticas deportivas del club. Miguel Ponce, recién contratado para ese trabajo, ya anticipó que el afán es que todas las divisiones jueguen como el primer equipo, lo que no deja de ser una ambición extraña, tenida cuenta del perfil de Hoyos, un motivador de características casi religiosas, lejano al sello histórico azul.
La llegada de Ronald Fuentes como gerente técnico, hace un semestre, fue para poner coto al excesivo protagonismo que había tomado Sebastián Beccacece en las contrataciones y políticas deportivas. Seis meses después, el péndulo parece volver a la banca del primer equipo, ungido como oráculo tras haber ganado el título. La lógica, la historia y el devenir de los albos parece llamar a la calma en estas materias.