Los candidatos presidenciales no hablan de cultura.
En los debates y entrevistas el tema destaca por la ausencia y desinterés.
Los creadores plásticos, literarios y cinematográficos fueron desplazados de la mira, como si su labor y arte fueran descartables y desechables.
También los intelectuales conceptuales que colindan con el artista tanto en lenguaje como en profundidad.
El desplazamiento de la cultura fue en todo su espectro y abarca tanto al artista como al ensayista: tanto al que lo hace y construye como al que lo analiza y piensa.
Las disciplinas intelectualmente más exigentes, donde el paradigma pregunta se transmuta en afrenta, develan el colosal precipicio entre la persona candidato y la idea de cultura.
¿Qué sabrá el reportero Guillier del antiobjetualismo en la presencia museística?
Entre la interrogante y la respuesta solo hay oscuridad insondable.
¿Qué sabrá el comerciante Piñera del tinte discursivo en el goteado de Pollock?
Nada.
¿Qué conocerá la locutora Sánchez de la gramática cartesiana en el arte objetual?
En ese espacio intermedio flota un enorme vacío.
¿Qué podrá saber la asistente Goic de la deconstrucción en la obra del (los) otro (s)?
Nada.
A continuación corresponde otra pregunta en mitad del texto escrito, porque en esto sigo los consejos de mi profesor jefe en el colegio, el señor Peña, que no me enseñó a pensar, porque la tarea era titánica, pero al menos aprendí caligrafía.
¿Es correcto que los candidatos no hablen de cultura y la releguen a puestos traseros y laterales?
Sí, porque este es un país pobre por muchos lados y hay que priorizar.
Además, los estudiosos nacionales son extraordinariamente pedigüeños y poseen una habilidad portentosa para vivir una década, por ejemplo, investigando exactamente lo mismo: la poesía urbana-marginal de Enrique Lihn, la azarosa e increíble vida de Roberto Bolaño o las arrugadas acciones del CADA (Colectivo Acciones de Arte) en los años 80.
O bien revisando lo ya revisado, donde los diarios de Juan Emar, los dibujos de Santos Chávez o el cine de Raúl Ruiz, son clásicos. Y con la cantinela de que el arte es una materia viva en constante renovación, y por eso la relectura, la remirada, la revisita, la creación de audiencias o los ciclos, porque en esto todo es cíclico.
La naturaleza de otros emprendimientos -aunque se ofenden si se les trata de emprendedores- carece de fecha de término concreta, porque el proceso creativo es un fin en sí mismo. Por lo tanto les enoja que alguien pida cuentas y si con los cinco millones empezó el librito, con los 20 montaron la obra o con los 50 partieron el rodaje.
Al ser creadores están sometidos a los vaivenes de la psicología, al ánimo país y al estado del tiempo, por lo que son irritables. Así que reciben pésimo al funcionario que logró dar con su domicilio, y lo despiden con la calificación de burócrata mediocre o empleaducho fiscal.
La pregunta final, por cierto, es si en este cuadro hay excepciones.
Les aseguro que respondo con la verdad de la bonita letra.
¿Hay excepciones?
Sí.