Fiel a sí misma, Cristina Fernández no puede estar alejada del poder. Siente que es indispensable, y vuelve a la política activa (¿con intención presidencial?), de la mano de un nuevo referente, hecho a su medida, y apañada por los kirchneristas más acérrimos.
Ya no le basta su antiguo Frente para la Victoria, ni el movimiento juvenil de La Cámpora, que lideraba su hijo Máximo. En un nuevo desgaje del peronismo, ahora produce Unidad Ciudadana, para presentarse como candidata a senadora por Buenos Aires, en las primarias del 13 de agosto. Sabe que la "voz de la calle" está de moda, y que los partidos tradicionales ya no la llevan. Pero no es por vocación, sino por conveniencia este nuevo referente. La verdad simple es que no quiso arriesgarse a ir a una contienda con su ex ministro Florencio Randazzo. Y él tampoco estaba dispuesto a retirarse para dejarle a ella un espacio en la lista. Así, el peronismo va con tres candidatos en Buenos Aires, porque Sergio Massa, aunque rompió con el PJ, sigue siendo de esa familia.
Las primarias en Argentina, aun sin competencia entre candidatos, son obligatorias para validar la presencia en las elecciones legislativas. Si un partido o movimiento no logra el 1,5% de los votos válidos del distrito, no puede presentar lista en octubre. Así, el hecho de que Cristina vaya con su propio grupo es un acto tanto de audacia como de seguridad en que cuenta con un voto duro, que se calcula en 30% en Buenos Aires.
Será por vocación de poder o por temor a la justicia, que la ha perseguido con buenas evidencias desde que dejó la Casa Rosada, lo cierto es que Cristina necesita estar en el Senado, y aviva al "pueblo" para oponerse al Presidente Macri. La "defensa de los pobres", a muchos de los cuales mantuvo como voto cautivo por medio de generosos subsidios y prebendas, sigue siendo su eslogan.
Cristina aprovecha que la situación económica todavía no logra despegar del todo, y deslindando toda responsabilidad -como si no fuera ella (sin olvidar a Néstor) la responsable del descalabro económico argentino-, pone el tema de la economía en la primera línea de su discurso. La inflación y el desempleo son flagelos heredados del kirchnerismo, pero eso no importa para su campaña, porque es Macri quien no los ha podido eliminar.
Cristina sigue planteando un retorno al estatismo y a las políticas industrialistas que implementó en su gobierno, como forma de contener "la agresión neoliberal" del macrismo. Ella cuenta con la mala memoria de los argentinos disconformes con las políticas del gobierno, y seguirá agitando el populismo radical que llevó a Argentina de vuelta al subdesarrollo.