Una vez más los números mandan y hacen que este equipo acreciente su leyenda. Y uno podrá esgrimir argumentos sólidos y hasta contundentes para disentir con el manejo conductual de varios de sus líderes; sin embargo, el punto de quiebre termina siendo, siempre, lo que estos jugadores mostraron ante Portugal: categoría. La victoria por penales es una prueba irrefutable de que por sobre todas las críticas al manejo grupal, los conflictos internos y las polémicas comunicacionales, la jerarquía de esta selección de Chile está por sobre sus propias circunstancias.
Hoy poco importa que cuando se intente hablar de recambio generacional, el horizonte aparezca vacío. Menos podrá interesarle a la masa o al hincha que la autoridad se adapte a los caracteres y que los cánones de disciplina se reescriban luego de que se borren con los codos. La fusión de alegría, convicción y espíritu que le ha regalado al pueblo futbolístico este equipo supera cualquier plano reflexivo sobre orden o procedimiento, porque en Chile nunca nos habíamos visto enfrentados a una realidad similar. Esta selección ha reformulado la historia del fútbol nacional y a partir de este capítulo, por cierto muy difícil de emular en un corto o mediano plazo, los parámetros de análisis deben plantearse con patrones que acaso aún no están definidos.
Lo concreto es que Chile nuevamente está en una final de un torneo de nivel mundial, muy cerca de cumplir lo que sus integrantes prometieron con una naturalidad que en nuestro fútbol pasado solo podía ser vista como soberbia. Y lo ha cumplido asumiendo el rol de una selección de altísima competencia, exhibiendo en diversos pasajes un rendimiento colectivo que nada tiene que envidiarles a otros representativos nacionales, que por historia pueden aparecer superiores, y mostrando una cohesión grupal y una personalidad que es imposible negar.
Quizás sea más trascendente que esta selección vuelva a clasificar a un Mundial para intentar superar sus propios límites que ganar esta Copa Confederaciones. Quizás sea ilógico e injusto que eventualmente la Roja quede fuera de Rusia 2018 teniendo este rango de jugadores, algunos muy cerca de terminar un ciclo brillante. Pero después de estos 120 minutos ante Portugal y de volver a ver a Claudio Bravo transformándose en héroe, a Arturo Vidal jugándose la vida en cada pelota, a Gary Medel exponiendo su integridad por desbaratar un ataque y a un exhausto Alexis Sánchez picando detrás de cada balón con tal de ganar, uno se pregunta si vale la pena, si tiene real sentido, hacer el ejercicio de pedirles algo más que ser unos futbolistas extraordinarios.