No hay obra humana, por pequeña que sea, que no nos enfrente a la posibilidad de fracasar.
Cuentan que Tolstoi, mientras escribía su magnífica obra "La guerra y la paz" tenía guardado en un cajón una cuerda para ahorcarse porque tenía terror de no conseguir plasmar en palabras la obra que tenía en su cabeza y en sus sueños.
Hoy, nos arrancamos del miedo al fracaso, como si eso fuera posible. Más aún, como si ese miedo no fuera un componente de la vida y de las acciones que emprendemos.
Es preocupante ver que los rasgos más fuertes o débiles que nos hacen humanos están cada día más proscritos. No hay que tener miedo, hay que emprender. Hay que ser valiente, hay que creer, hay que seguir.
Sí, así es.
Pero nadie agrega que junto con lo anterior está presente el miedo al fracaso. Y aunque parezca la máxima paradoja, este miedo es parte de la innovación y del emprendimiento. La valentía es el acto de vencer el miedo al fracaso, no es negar su existencia.
Cuantas y cuantas mujeres no dan pasos básicos, de reconciliación en un matrimonio en crisis, de reparación de la relación con un hijo, del perdón a la amiga que la hirió, por miedo al fracaso. Cuántas veces dejamos que este miedo nos deje inmóviles cuando tenemos la fantasía de hacer algo nuevo, que nos cambie un poco la vida.
El problema no es el miedo al fracaso, es creer que es posible vivir sin él. Es lo que da una sensación de peligro que es adrenalina, útil cuando emprendemos algo nuevo. Es lo que engrandece el cambio. Es lo que justifica el resultado, muchas veces. "Lo hice a pesar de que estaba muerta de miedo". Engrandece cualquier pequeño acto, nos fortalece, nos da seguridad en nosotros mismos.
Hay que cambiar un concepto que está de moda y que es que la vida es sin barro, sin dolor, sin miedo. Que las personas somos muy capaces. Que podemos realizar grandes cosas, hacer grandes cambios. Que el que quiere, puede. Sí, pero nadie cuenta que todo lo anterior es con y contra el miedo al fracaso.
Es más, quien no conoce el fracaso, ha fracasado. Porque seguramente no se atrevió a hacer nada relevante.