Se debe a la productora The Cow Company -que desde 2013 hace aportes notables a nuestra cartelera- que podamos disponer de otro gran hallazgo en elección de repertorio. "El cómo y el por qué" es sin duda uno de los textos más inteligentes que se hayan apreciado aquí en años. Y es muy probable que su autora, Sarah Treem (36 años) sea el talento más brillante y sustancioso de la última hornada de dramaturgas estadounidenses. Esto es teatro de mujeres, para mujeres, por decirlo así, 'feminista', etiqueta que la autora detesta. Pero sería tonto pensar a priori que una pieza como esta pueda estimularlas solo a ellas.
Su séptima obra teatral estrenada en 2011, y la más elogiada y representada en EE.UU., cuenta -además de su virtuoso dominio del diálogo- con otro plus: contiene el rol femenino más evolucionado que haya pisado nuestra escena. Autónoma a ultranza, Zelda es una famosa y prestigiada doctora en biología de la reproducción, de cabeza fría y competitiva, para quien su carrera siempre estará primero, y no dejaría por ningún motivo que sus emociones gobernaran sus decisiones de vida.
Presenciamos dos encuentros de un par de científicas de la misma área, la madura y la más joven y vulnerable comenzando a hacerse un prestigio. Primero la reunión es tirante y no se sabe bien adónde va. Pronto nos enteramos de que hay una cierta rivalidad y malestar entre ellas; luego se nos revela -en un golpe de efecto melodramático- que Raquel es la hija que Zelda dio en adopción a meses de nacer. Lo más notable es que esa intriga se enlaza estrechamente con un debate en torno a las teorías radicales que ambas postulan acerca de cómo la concepción, la menopausia y la menstruación han incidido en la evolución de la especie (aspectos que la ciencia hecha por hombres jamás se interesó en profundizar). Esas hipótesis, surgidas de los estudios feministas, existen realmente; intentan explicar, por ejemplo, por qué la mujer es una de las pocas hembras de la escala zoológica que menstrúa. Controversia que agrega a la obra un apasionante e inesperado flanco de drama de ideas.
Digamos que ésta nos parece -tras "El curioso incidente del perro a medianoche", en 2015, y "El principio de Arquímides", el año pasado- la dirección más lograda de Aranzazú Yankovic. Lo que no significa que logre extraer el 100 % de las posibilidades de la obra. Pero la entrega resulta suficientemente intensa en lo emocional, con su conflicto en capas superpuestas (madre e hija de relación dañada, generacional y profesional) y absorbente en lo intelectual. Bucea en torno a cómo la mujer de hoy lucha por su autonomía en un entorno aún sexista, mientras cuestiona las decisiones con que sus personajes moldearon sus destinos, y sugiere cuán asombrosamente determinante puede ser la biología en nuestras vidas.
El montaje fluye a pesar de algunos errores menores; entre ellos, el estruendoso volumen de la música en el cambio de cuadro. Pero la objeción mayor es que la directora permita que Solange Lackington construya su Zelda como un personaje característico; o sea, a partir de los rasgos exteriores que lo tipifican. Eso le hace perder riqueza y complejidad interior. Por fortuna, pese a que la actriz está pasada de revoluciones en gestualidad, Zelda logra cumplir la función dramática para la que fue creada. Así y todo, la Raquel de Josefina Fiebelkorn luce más creíble y de mayor interés expresivo en términos de factor humano.