Roger Waters - "Is this the life we really want?"
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el proceso eleccionario en que batió a Hillary Clinton logró la reunión de Audioslave, la fundación de Prophets of Rage y un sinnúmero de críticas de parte del mundo de la música hacia el nuevo Presidente de Estados Unidos. Roger Waters, en tanto, lo convirtió en el protagonista de su primer álbum en casi 25 años, "Is this the life we really want?", en el que el ex pink floyd lo ubica como el rostro, la representación de todos los males que el ser humano le ha causado al planeta.
"Is this the life we really want?" es un trabajo tan actual como proyectado hacia el futuro, con el bajista como narrador omnisciente o como un sobreviviente que relata las penurias de un mundo devastado, violento con su entorno, responsable de una debacle ambiental que no tiene forma de retroceder. El músico mira con melancolía el paisaje y grita la rabia en "Déjà-vu", una manera de desahogarse en medio de la sobriedad de las guitarras y la sofisticación de los arreglos electrónicos que asemejan desenlace.
El punto de inflexión lo marca "Picture that", con Waters enumerando postales improbables que metaforizan el sinsentido, afilando su instrumento como una navaja y también la lengua al hablar de un "líder sin cerebro" y "demasiado codicioso". Epopeya que enaltece al artista como un compositor y escritor que brinda un trabajo imprescindible para entender el mundo de hoy. Y también el de mañana, si la sociedad no es capaz de cambiar el rumbo.
Alt-J - "Relaxer"
Después de dos álbumes publicados en 2012 y 2014 -"An awesome wave"y "This is all yours", respectivamente-, Alt-J desajustó buena parte de las claves que los encumbraron como uno de los proyectos musicales más reputados del indie en Reino Unido. El trío formado en Leeds se liberó, por ejemplo, de esas bocinas que reclamaban alerta a la vez que vigorizaban sus melodías llenas de capas sintéticas y canciones abstractas alusivas al sexo en la exagerada voz nasal de su líder Joe Newman.
Su nuevo álbum, "Relaxer", toma la otra vía, una ruta desprotegida de parafernalia aunque sin un fin claro. Esta vez, los rockeros ingleses se influencian de la guitarra española y una atmósfera parecida a una procesión religiosa, con el tecladista y segundo vocalista Gus Unger-Hamilton cantando pequeñas frases en tono sacerdotal, esperando la respuesta de un coro de feligreses invisibles que caminan detrás de él. Ese compás pausado y exploratorio marca el ritmo de un trabajo al que le cuesta calibrar su real motivación.
Al menos, dentro de ese desorden -que a ratos parece una improvisación hecha en directo en el estudio de grabación, como si los tracks se tratasen de demos- destaca uno de los grandes singles del catálogo de Alt-J. "Adeline" descubre el lado más intenso de la banda, pero gestado desde la introspección, donde las armonías parecen susurros y las voces simulan una angustia que no acaba, sino que se acrecienta hacia sus pasajes finales. Uno de los mínimos destellos que resaltan dentro de un trabajo opaco a propósito.