En el año 2000, Linkin Park lanzó su álbum debut "Hybrid theory" y terminó la década como uno de los discos más vendidos durante esos 10 años. Quizás ese trabajo que se consolidó como suceso multiventas fue la clave para que la banda construyera un proyecto afanoso de masividad que un género alicaído como el nü-metal no podría darles. El grupo liderado por Mike Shinoda y Chester Bennington fue el último en disfrutar de los réditos de esa corriente que años antes encabezó Korn y Slipknot, pero que en el nuevo milenio ya no aseguraba el éxito.
Ya pasaron 17 años desde ese inicio discográfico y el final del trayecto, que se fue inmiscuyendo cada vez más en el pop de vocación radial, lo marca su nuevo trabajo "One more light". Una obra de 10 canciones que se unen a través de los ritmos de moda, aunque con poca inteligencia, ya que el resultado se asemeja a un recocido de otros géneros con cortes cercanos a la corriente urbana y un EDM de segunda mano, con esa sensación de falsa emotividad que tiene a The Chainsmokers como rostro.
Dándole el favor, la exploración de Linkin Park en busca de nuevos recursos resistió hasta su segundo álbum "Meteora" (2003), con temas que coqueteaban con un sonido en el que las guitarras retrocedían al tiempo en que los samples avanzaban y tomaban un espacio principal. En su búsqueda por atraer cada vez a más gente, el combo estadounidense ha hecho de los giros su sello, y ese gesto es destacable o valorable siempre y cuando el resultado sea, al menos, correcto. Y, en ese aspecto, la banda nunca fue ejemplo a seguir.