Aunque parcial, un variado panorama de la escultura nacional, del ayer cercano y de hoy, nos propone la Sala Gasco. Se trata de siete artistas, algunos con obras expuestas con anterioridad. Salvo que se trate de réplicas, las fechas de ejecución con que aquí ellas figuran tienden a desconcertar al espectador. En el caso de los tres bronces patinados de Marta Colvin (1907-1995) resulta evidente la legitimidad de los respectivos años de realización indicados. Dentro de su verba típica, la línea vertical domina sus formas angulares que se escalonan y los vacíos que les otorgan esbeltez de picachos andinos. Como sucede en toda su producción madura, y como bien se ha dicho, el ancestro sudamericano y la imagen abstraída de nuestras altas cumbres la impregnan por entero. Si acá "Ciudad herida" (1959) podría provocar el efecto arquitectónico de una muy aislada fortaleza, los dos "Aku-Aku" (1960) bastante tienen de amalgama entre tótem pascuense y cordillera.
Otro de los autores concurrentes, ya fallecido, es Félix Maruenda (1942-2004). De sus dos aportes, por esta vez llama la atención el bien dosificado vigor naturalista. Es que resultan frecuentes en su obra los excesos formales que quitan eficacia al fervor comprometido que le resulta propio. Por otro lado, la introducción de objetos -ahora una marraqueta de pan envuelta por alambre de púas-, si bien proviene del pop art, la voluntad del expositor de ejercerlo en función simbólica desvirtúa por completo la neutralidad expresiva, postulado éste fundamental de la corriente estadounidense. Un alto y adecuado plinto, compuesto por un bloque de piedra gris sobre madera barnizada color castaño oscuro, se integra armoniosamente a este trabajo de 1993. Una imagen más convencional encarna su "Bailarín", donde las puntas aguzadas en el acero inoxidable manifiestan otra característica personal suya.
Los dos basaltos grandes de Francisco Gazitúa (1944) testimonian su voluntad de escudriñar dentro de la materia. Y lleva a cabo su cometido con especial y abstracto acento personal. De ese modo, nos obliga a introducir nuestra mirada en la entraña de poderosas masas pétreas, horadadas circularmente. Hermoso, sin duda, aparece en el contraste extremo entre luz y oscuridad; al mismo tiempo genera esa dualidad cierto efecto misterioso que cautiva. Con tres volúmenes en madera participa Osvaldo Peña (1950). Emprenden ellos desarrollos lúdicos entre la corporeidad del leño y la figura de un aborigen de nuestro sur. Pueden ser de tablas y cabezas, de color y clase de material o, si no, una sabrosa interpretación del vínculo estrecho entre la vivienda y sus habitantes.
A otro ámbito de la escultura nos conducen Norma Ramírez (1964) y Rosario Perriello (1973). Así, a través de visiones del todo distintas, ambas incursionan dentro de la instalación. La contribución de Ramírez logra transmitir un efecto de visceralidad pegajosa con sus particulares entramados, ya de vestido y cuerpo femenino a la vez, ya de abrazadora y traicionera tela de araña. Subraya esa misma sensación el agua de mar chorreante, que circula y se derrama desde la figura principal. Una especie de bien reconocible jardín encantado en caucho y porcelana constituye el díptico que abarca piso y muro, de Perriello. Si dejamos de lado los toques apenas de dorado, el negro y el muy parcial blanco podríamos considerarlos aquí protagónicos. Es cierto que encontramos apariencias de vegetales, aguas y aves. Pero la negrura opera con fuerza como líquido contaminado de petróleo capaz de anegar pajaritos, hojas y flores. Sin embargo estas últimas consiguen emprender lírico vuelo, arrastradas por las pocas que aún se mantienen blancas.
Paradojal se muestra la presencia del más joven concurrente de Gasco, Cristóbal Guzmán (1978). La causa es que él, no solo sin vacilaciones sino que con plena certeza, retoma la pura abstracción. De esa manera, su monumental paralelepípedo en acero inoxidable se contornea exquisito, definiendo un dinámico contrapunto de superficies cambiantes, donde las finas estrías paralelas establecen la unidad armónica. Este Capullo, pues, nos trae la sorpresa de un escultor, de quien quisiéramos conocer otros trabajos.
CUERPO Y MATERIA
Colectiva de escultura con nombres bien conocidos y algunos más recientes
Lugar: Sala Gasco
Fecha: hasta el 14 de julio