El amistoso de la selección con Burkina Faso siempre fue lo que va a ser: un amistoso. De guante blanco en una noche fría. Aunque los africanos hubiesen venido con su primer equipo o hayan traído al plantel C. No hay nada más aburrido que un amistoso entre un equipo que se despide para irse a jugar un torneo internacional y otro que viene solo por compromiso (como esos boxeadores paquete que se suben al ring sabiendo que van a ser noqueados en cualquier round), porque económicamente le significará un buen ingreso y porque será una buena oportunidad para medir a sus proyectos con un equipo de mayor categoría.
Convengamos que este amistoso, como la gran mayoría de sus símiles, se juega con una finalidad casi exclusiva de generar dinero. Porque hay derechos de televisión comprometidos, porque hay contratos con los sponsors de selección que exigen un mínimo de partidos para exhibir las marcas asociadas, porque se requiere generar plata para pagar los costos de la plantilla y del cuerpo técnico y, también, obviamente, porque de vez en cuando hay que darle alguna golosina al público y la opción de que presencie una casi garantizada victoria, más un par de goles y el espectáculo que fueron a ver y por el que pagaron sus buenos morlacos. La parte deportiva, si es que la hay, es secundaria: el verdadero trabajo se hace en las prácticas a puertas cerradas.
Entonces, ¿qué tanto problema con que Burkina Faso venga con su equipo C? La selección del articulador técnico Juan Antonio Pizzi no va a modificar un ápice su planteamiento táctico ni su ideario estratégico porque un combinado africano de cuarta no va a equipararle las fuerzas ni va a correr todas las pelotas ni va a marcar con rigurosidad a los delanteros. Un partido amistoso es un show montado para el lucimiento colectivo, para el divertimento de los que entran a la cancha y de los que miran desde afuera. Ojalá con harta repetición de goles, llegadas y celebraciones en cámara lenta, y otras tantas ovaciones cuando haya reemplazos, que por lo demás sean lo más numerosos posibles para que todos tengan posibilidad de ganar confianza.
Tiene razón el presidente de la ANFP cuando pide que "veamos la parte positiva". De este partido con el equipo C de Burkina Faso ni siquiera nos acordaremos cuando se debute en la Copa Confederaciones ni menos cuando enfrentemos lo que queda de clasificatorias mundialistas. Será una anécdota de un contrato mal diseñado por un funcionario que jamás miró el calendario para ver si había coincidencias de fechas, pero que al término del partido será igualmente valorado por los organizadores y por el administrador técnico, que dirá ha sido "un partido muy valioso, contra un rival competente al que nunca se le miró en menos, que nos ha entregado muchas herramientas de análisis para lo que viene, que es lo verdaderamente importante". Que pase el siguiente.