Razones para desconfiar de sus vecinos de Luis Noriega (1972), es el cuarto libro del autor oriundo de Cali y viene precedido por tres novelas que han obtenido un gran éxito de crítica. Esta vez se trata de una colección de cuentos, lo que siempre es una buena noticia, pues las editoriales no favorecen este tipo de publicaciones y parecería que la mayoría de los escritores en nuestra lengua exhiben una tendencia a la novela, a los reportajes de calidad, al testimonio biográfico, en perjuicio del mal llamado género breve, que requiere un trabajo tan arduo y a veces tan cuesta arriba como las obras de envergadura. En términos amplios, Razones... presenta sorpresas, posee historias logradas y hasta cierto punto su lectura resulta grata. Sin conocer la producción anterior de este prosista, parecería presuntuoso hablar de su estilo o adscribirlo a alguna corriente, porque al habernos llegado solo el último texto suyo es imposible hablar de tales o cuales aspectos en su corpus. Sin embargo, por más que Razones... muestre cualidades distinguidas, también posee rasgos que son comunes en las antologías de relatos breves: una abrumadora cantidad de referencias a la cultura popular y a la otra; epígrafes relamidos que preceden a cada título, provenientes del Génesis, los Salmos o el Nuevo Testamento, o sea, una obsesión bíblica; un tono lánguido, mortecino, adocenado y sobre todo una indiferenciación general en los temas, lo que los vuelve indistinguibles. En verdad, cada intriga de Razones... se halla más cerca de la novela corta que de la crónica sucinta y tenemos episodios de 70, 60, 50 páginas, lo que puede producir cansancio.
El volumen comienza con el título que le da su nombre. En un edificio de cuatro pisos situado en un barrio de Cali, varios personajes desarrollan teorías conspirativas con respecto a los demás habitantes del condominio. En cierto sentido, "Razones para desconfiar de sus vecinos" es exactamente lo que esas palabras indican: susceptibilidades paranoicas, hacinamiento insalubre, la comisión de un crimen y un escenario de histeria. Cada capítulo está encabezado por el número del respectivo departamento y se encuentra descrito por diversos caracteres. El recurso, si bien viejo, produce buenos efectos y Noriega le saca partido. "El problema de Randy" transcurre en Londres y está escrito en primera persona por un emigrado colombiano perdido en la gran ciudad, quien acude a un pub donde conoce a un sicario, se ve comprometido en un gravísimo delito, lo que pudo haber ocurrido en su imaginación o bien corresponder a un clima decadente y vital, bien manejado por Noriega. "Salinger" es una humorada que tiene como protagonista a un profesor universitario que participa en un concurso literario con ese seudónimo, obtiene el premio y comprueba que, como suele suceder a menudo, en lugar de traerle reconocimiento y prestigio, esa distinción termina por sumirlo en un absoluto anonimato; no obstante, el final conforma una sátira al mundo de la academia, las rivalidades entre docentes, la abulia de los alumnos y, en definitiva, la hipocresía, disfrazada de sana competitividad intelectual. "Las doce leyes del éxito" plantea el mismo juego, ahora en clave menor o mayor, según se la mire: un novelista fracasado recibe una carta postal dirigida aparentemente a él, pero se trata de una confusión de identidades, ya que el destinatario original es otro, un literato de renombre, por más que se dedique a componer folletines que invariablemente son bestsellers que se agotan en las librerías y se pueden hallar en las cunetas. El enredo llega a proporciones desmesuradas, hasta que intervienen el hampa, gente sospechosa o rufianes que trabajan para la empresa transnacional que envió la misiva al héroe; por suerte, Jaime Roca sale mucho más listo de lo que esperábamos y cuando todo parece venírsele encima, consigue dar un golpe que, al menos por un corto lapso, deja tranquilos a sus perseguidores.
Quizá sea inevitable que la mejor aventura de esta compilación sea "Cómo perder la fe". Es concisa, entretenida y lacónica; además, Noriega sabe recurrir a la saga cinematográfica de "La guerra de las galaxias". Lucas, que se llama así en honor al comandante interestelar, vive pegado a la televisión y es víctima de sus padres y de todos sus parientes, que insisten en regalarle objetos didácticos, edificantes, ejemplares, cuando él está feliz con la espada de rayos láser que le dieron. Así, Razones... pese a sus altibajos, revela a un narrador del que indudablemente deberíamos saber más.