Tras Ibsen con "La casa de Rosmer", la presente temporada nos trae otro estreno absoluto de una obra jamás dada aquí de un autor clásico: "Delirio a dúo", un vodevil burlesco escrito en 1962 por Eugene Ionesco a quien se le objetó en su momento por antiteatral, y hoy se le admira sin discusión como figura clave de la dramaturgia del siglo XX, el 'padre' del teatro del absurdo y uno de los fundamentos de la escena contemporánea.
Si el montaje dirigido por el talentoso Ignacio García resulta notable, lo es aún más porque es otro gran hallazgo suyo en la exploración que desarrolla sobre nuevas maneras de ver teatro, y de relacionar escena y público. Propone un viaje extremo, una experiencia integral que nos invita a una forma de percibir el hecho escénico con compromiso incluso de nuestro aparato físicomotor. El balance brilla incluso más que su atrapante versión de "Intentar no construir(lo)", novela de Marguerite Duras, en 2011.
Muestra una pareja burguesa de maduros amantes que conviven hace 17 años, aunque hace tiempo no se aman. Llenan sus días con discusiones banales (la más frecuente, si tortugas y caracoles pertenecen a la misma especie), se contradicen, descalifican e insultan. Lo que a veces en la puesta estupendamente ejecutada por Roxana Naranjo y Alejandro Trejo produce hilaridad; otras, parece horrible. Porque esto sucede mientras fuera de su departamento ocurre una cruenta revolución. Desde el exterior llegan inquietantes ecos de los disturbios, gritos, disparos, bombazos y hasta algún herido, pero ellos está tan enfrascados en su rutina insignificante, que no se dan cuenta para nada de que la realidad a su alrededor se derrumba para siempre.
Esta es -claro- una farsa grotesca y delirante que traza una analogía absurda entre los patéticos ritos de una pareja declinante, con el estado de las cosas en pleno caos. Pero, a su vez, es una pesadilla irreal, y una tragicomedia, más que de la incomunicación, del fracaso del lenguaje como sistema de representación del mundo. En la puesta de García él y ella interactúan al alcance de nuestra mano, circulando entre los únicos 35 asistentes que admite el espectáculo, lo que nos vuelve testigos y partícipes de su ridícula rutina. Y la adaptación del texto que firma Juan Claudio Burgos, propone además un provocador giro político. Cuando se abre una cortina contemplamos un jardín de Villa Grimaldi -que es donde se da la función- en memoria de los detenidos desaparecidos. Entonces somos nosotros quienes fuimos incapaces de ver o nos negamos a hacernos cargo de aquello que pasaba ante nuestras narices.
Factor determinante y consustancial de la entrega es que todo sucede dentro de una enorme estructura decagonal cerrada, que parece tener vida propia. Accionada por ocho operadores, avanza con personajes y público por el espacio, gira sobre su eje, tiembla o se remece enérgicamente, y termina por desplomarse en bloques. Obra mayor hasta ahora del prestigiado diseñador escénico Eduardo Jiménez. El asombroso dispositivo se puede asociar a las salas de cine 4Dx. A diferencia de ellas, esto no es solo un alarde de ingenio técnico, sino conlleva el sentido profundo de la obra. Nos obliga a vivenciar psicológica y físicamente lo que el montaje quiere expresar: primero incertidumbre, desconcierto y temor ante una situación de inestabilidad y urgencia, luego la sensación inminente de tocar la locura y el caos. Una propuesta magnífica y memorable.
Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi. José Arrieta 8401, Peñalolén. De jueves a sábado a las 20:30 horas hasta el 27 de mayo. Entrada gratuita previa reserva. Solo 35 cupos por función. Vía mail : teatrodeluno@gmail.com o al teléfono: 232178347.