La suerte del gobierno de la Presidenta Bachelet quedó sellada con su reforma tributaria. Prometió una fuerte alza de impuestos, que solo afectaría a los "poderosos de siempre" y que permitiría solventar la gratuidad universitaria y otros gastos. El desenlace es conocido: el progresivo aumento de la carga tributaria sobre las empresas -grandes y pequeñas- ahuyentó a los emprendedores, hundió la inversión y degradó el crecimiento económico de Chile a menos del 2% anual. Su gobierno es hoy notoriamente impopular.
Pero la izquierda no parece haber aprendido la lección. Desde el Frente Amplio, proponen elevar aún más los impuestos a las empresas -especialmente a las mineras- para financiar nuevos gastos e inversiones públicas. En la Nueva Mayoría han sido más cautos, pero al proponer "desintegrar" los impuestos a la renta de personas y empresas, también favorecen un incremento de la tributación sobre las rentas del capital. Nada de ello ayuda a reactivar la economía.
Por eso es importante la señal emitida por el ex Presidente Sebastián Piñera en sus bases programáticas. En ellas propone rebajar el impuesto a las utilidades de las empresas desde el 25,5% que rige hoy, y el 27% previsto para el 2018, a una tasa como la aplicada en promedio en los países de la OCDE, que hoy es de 24,5%. Dicho impuesto grava las utilidades reinvertidas, que son la principal fuente de ahorro, y por ello desalienta la inversión. La OCDE lo considera especialmente dañino. Muchos países están reduciendo ese gravamen. Por ejemplo, el Reino Unido lo llevará de su actual 19% a 17% en 2020; Francia -que ya viene reduciéndolo gradualmente- lo conduciría a 25%, según los planes de su flamante Presidente Macron; EE.UU. intentaría llegar a 15%, de acuerdo a la reforma tributaria en trámite. Irlanda y Hungría, con 12,5% y 9%, respectivamente, son los más agresivos en esta álgida "competencia tributaria" por atraer inversiones.
Es cierto que las rentas distribuidas por las empresas a sus accionistas locales son sujetas a impuestos adicionales. En Chile, al considerar los impuestos sobre las rentas personales, las utilidades distribuidas estaban sujetas a una tributación total de hasta 40%, antes de la reforma. Luego de ella, alcanzarán hasta el 44,5%, debido a la deducción parcial de lo pagado por la respectiva empresa. Dicha tasa es semejante al promedio observado en la OCDE. El restablecimiento de un sistema integrado de impuestos -como también propone Chile Vamos- moderaría dicha carga tributaria y corregiría ciertas asimetrías que dejó la reforma, pero, en mi opinión, lo prioritario hoy es aliviar la tributación sobre las utilidades reinvertidas.
La rebaja planteada por el principal candidato de Chile Vamos es pues muy moderada y, con austeridad presupuestaria y control de la evasión, resultaría perfectamente compatible con una situación fiscal sana. Ella ayudaría a recrear un ambiente favorable a la inversión y a revitalizar el crecimiento de la economía nacional.