Con esta novela, la poeta y narradora María José Ferrada se desplaza desde la escritura destinada a un público infantil y juvenil -donde destaca su libro
Niños, poemas que recuerda, con suma delicadeza, a los menores detenidos o desaparecidos durante la dictadura- a un mundo adulto. La autora mantiene una escritura limpia y transparente, y también, aunque de otro modo, la presencia de la infancia. La voz narrativa pertenece a una niña y se despliega en dos momentos de los 7 a los 9 años, y luego a los 14. Ferrada consigue que esa voz suene natural y verosímil, al revés de otras novelas en que el niño que habla recibe prestada una impostada voz de adulto que no logra resolver la distancia entre estatura y punto de vista. Como otras novelas chilenas recientes, en la recreación de la infancia bajo la dictadura quedan al descubierto las ominosas huellas de la represión y los detenidos desaparecidos. Sin embargo, el caso de
Kramp, si bien aquel hilo tiene bastante importancia en la trama, especialmente en la vida de la madre de la protagonista, la historia central circula por otras veredas: por una parte, la relación cercana, amistosa y cómplice entre una hija y su padre; por otra, la vida pueblerina en la provincia chilena, pero desde el ángulo de una profesión ya inexistente, arrasada por la transformación del comercio desde el almacén de barrio a las grandes cadenas de
retail: los vendedores ambulantes.
La protagonista describe, con singular acierto, una suerte de cosmogonía basada en los artículos marca Kramp que vende su padre: clavos, tuercas, martillos y otros artículos de ferretería. "Comencé a utilizarlos para entender el funcionamiento del mundo y así, mientras mis compañeros hacían poemas a los árboles y al sol de verano, yo homenajeaba ojos mágicos, alicates y serruchos", dice la narradora, que escribe libretas, se escapa con su padre a acompañarlo en las ventas, ensaya miradas de desolación y tristeza para ablandar a compradores reacios, y da cuenta de cómo funcionaba ese mundo de hoteles baratos, cafeterías y conversaciones repetidas hasta el infinito; otra clase de Chile profundo perdido ya en el tiempo, sobre el que también se cernían las amenazas de la represión políticas y los temporales feroces de la modernidad. El punto crucial de la novela está en el cruce de las historias de la madre, el padre y el amigo fotógrafo, que le dice a la niña que con su cámara quiere atrapar fantasmas; en realidad, busca cuerpos, cuerpos enterrados, y cuando los hilos de la historia se cruzan, pasa un insecto de la suerte, "un insecto que se posa justo en el lugar en que la vida toma un curso diferente".
María José Ferrada
Emecé, Santiago, 2017.
127 páginas.