Sebastián Borensteinz tiene un excelente "oído" para los guiones ingeniosos, lo que parece consistente con sus 12 años iniciales como director de series de la televisión argentina. Lo demostró con
Un cuento chibo, una comedia sobre la sociopatía que recibió muchos elogios por razones más bien equivocadas.
En
Kóblic, además, ha afinado el "oído" para filmar: esta es una película construida sobre unas ocho secuencias muy bien ejecutadas, incluso con algún grado de inspiración (¿será posible que la secuencia final sea una referencia a la monumental
Mr. Arkadin de Orson Welles?). El plano inicial, que lleva al capitán de la Armada Tomás Kóblic (Ricardo darín) desde el fondo de un cuartel hasta el asiento del piloto de un avión de guerra, sin corte alguno, es un anuncio de los ejercicios de estilo que vendrán.
Ese plano es una especie de sueño, situado en junio de 1977 en el aeropuerto de Buenos Aires, porque en realidad Kóblic está en Colonia Elena, un villorrio de la provincia a donde ha ido a buscar refugio en el campo de su amigo Alberto (Rafael Fernández Rosendo). La dictadura militar argentina está en el apogeo de su "guerra sucia" y el capitán Kóblic se ha negado a participar en el lanzamiento de prisioneros políticos al mar, sabiendo que si no hace lo que hacen todos (el núcleo de su complicidad), lo eliminarán. Al mismo tiempo, pretende mantenerse dentro de la Armada, porque está cerca de la jubilación. Es un
cul-de-sac.
Con esconderse, Kóblic decide ingresar a la Argentina "profunda". A Colonia Elena. El mundo del comisario Velarde (Oscar Martínez), que lo controla todo y que tiene su propio negocio (la adulteración de gasolina), para el cual la presencia de un milico en la comarca representa una amenaza. El mundo del trapicheo, la mufa, la guapeza con pistola: la Argentina entregada a los bandidos.
Kóblic no es un héroe; al revés, parece un hombre que se mete en más líos de los que puede manejar. La película tampoco es una proclama; al revés, cuando se desata el conflicto violento, una de las soluciones es hacer desaparecer a un hombre (como hace la dictadura) y liquidar a otros dos (como hace la dictadura). Abundan en la película estos contrastes, que no son exactamente contradicciones, sino más bien excrecencias morales sin resolución. Por ingeniosa que resulte la manera que Kóblic resuelve su conflicto con la Argentina "profunda", se trata de un circuito demasiado delictuoso como para ignorarlo.
Quizá Borensteinz tenga que afinar ahora el "oído" moral, después de que ha afinado tantas cosas.
Capitán Kóblic
Dirección:
Sebastián Borensztein
Con: Ricardo Darín, Oscar Martínez, Inma Cuesta, Juan Bernardo Forteza Rafael Fernández Rosendo.
92 minutos