La descentralización del país se vuelve una tarea insoslayable, ya no solo para corregir las asimetrías de oportunidades y desarrollo que se experimentan en las regiones, sino porque Santiago se está volviendo una ciudad insosteniblemente ineficiente. Desde una mirada puramente económica, se ha intentado atraer el capital a regiones mediante la promoción de la gran industria, asociada a nuevos puestos de trabajo. Con menos éxito, se pensó también que trasladar el Parlamento a Valparaíso balancearía el territorio de la toma de decisiones. Pero el desarrollo regional requiere producir una sinergia mucho más compleja, si lo que se busca es revertir el movimiento migratorio hacia la capital.
Hay que observar, por ejemplo, a una nueva generación de santiaguinos que hoy está buscando calidad de vida y un mejor rendimiento de la economía doméstica en ciudades regionales de tamaño intermedio. Familias generalmente conformadas por jóvenes profesionales, altamente capacitados, que, lejos de la capital, encontraron menos dificultades y mejores expectativas. El éxito de su éxodo muchas veces está ligado a las universidades regionales que permiten su inserción en redes académicas y laborales. Talca, Temuco, Valdivia, entre otras, se están conformando como nuevos centros de desarrollo de distintas disciplinas; de forma incipiente aún, pero con decisión y mucho atractivo.
¿Por qué no fortalecer esta tendencia? ¿Por qué no impulsar, mediante políticas de incentivos y gravámenes, la paulatina migración de las universidades desde Santiago a regiones? Las casas de estudio podrían vender sus propiedades capitalinas y verse considerablemente favorecidas por el valor de suelo en ciudades de tamaño intermedio. Las comunidades de académicos recibirían todos los beneficios que se llevan los que abandonan las descarnadas junglas cementicias. Los estudiantes, como en muchos países del mundo, se verían forzados a ensayar su independencia en una ciudad nueva, con costos de vida menos onerosos que los que tiene la capital. Y las ciudades intermedias recibirían una inyección de juventud, infraestructura y conocimiento para pensarse a sí mismas. Quizás, esto merecería estudiarse como una política territorial.