Lo delirante de "Delirio a Dúo" es que la pareja Él y Ella estén enfrascados en una disputa sobre si las tortugas y los caracoles pertenecen o no a la misma especie mientras en el exterior hay incidentes, explosiones que estremecen su departamento, caen las murallas y en el piso se abre un socavón. Ionesco escribió esta obra a comienzos de la década de los sesenta, cuando las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial todavía estaban en la mente de la mayoría de quienes habían sobrevivido. Lo que Ionesco resalta en la obra no es la guerra, sino el absurdo de personas enfrascadas en discusiones sobre asuntos sin importancia mientras afuera todo se destruye. El tema tiene plena vigencia actual, porque hoy tenemos la percepción de que todo es inestable, que no se puede confiar en nada, que nos circundan peligros y que el sistema establecido se derrumba, pero, mientras tanto, con rutinaria inconsciencia, en la televisión predomina la farándula, en el consumo lo desechable, y las preocupaciones parecen centradas en nimiedades irrelevantes.
Si bien el tema mantiene vigencia, no es la forma en que lo trata Ionesco, ni aún las muy buenas actuaciones de Roxana Naranjo y Alejandro Trejo lo que convierten este montaje en una propuesta que impresiona y que será difícil olvidar; lo asombroso es el protagonismo que adquiere su puesta en escena, desde el ceremonial de llegada e instalación en el sitio asignado, hasta la progresiva destrucción del escenario.
José Ignacio García inició su investigación sobre el papel que tiene la disposición de la escena y la ubicación del público en su dirección de la obra de Margueritte Duras "Intentar no construir-lo", que presentó en Matucana 100 en 2011 y el año pasado en el GAM. Allí, el acoso a un judío resultó más opresivo por la inusual ubicación de los espectadores en lo alto de las cuatro paredes que rodeaban esa pequeña pieza. En esta oportunidad, da un paso más y coloca al público dentro de un espacio cambiante creado para hacerlo vivir el peligro, la inestabilidad y la destrucción.
El propósito de ubicar al público dentro del escenario y hacerlo sentir la situación de los personajes es antiguo. Ya Antonin Artaud, hacia la mitad del siglo pasado, propuso que los espectadores quedaran rodeados por la acción teatral que puede desarrollarse delante, detrás, a los costados, y aun por sobre el espectador. Además, otorgó al director, y no al dramaturgo, el papel central en la creación del espectáculo teatral. Colocar a parte del público en el escenario se ha hecho con cierta frecuencia, pero situarlo en un espacio que vibra ante la ira de sus personajes, que se convulsiona por explosiones externas y cuyas murallas caen, no se había hecho antes. El efecto de estar allí es mucho más intenso que el logrado en salas de cine en las que se mueven las butacas, los objetos sobresalen desde la pantalla y nos llegan los olores de lo que vemos.
La concepción teórica de José Ignacio García pudo desarrollarse por la creatividad y el oficio técnico de Eduardo Jiménez, para quien la calificación de escenógrafo resulta insuficiente.
Roxana Naranjo y Alejandro Trejo representan a dos personajes sumidos en una profunda insatisfacción que los hace agredirse en forma constante. La convivencia se ha convertido en una rutina de ataques que ya poco los afecta. Enfrascados en sus peleas sin fin, ya no perciben ni les importa la destrucción a su alrededor. Como leve indicio de la forma en que la sensualidad se impone en las relaciones entre hombre y mujer, en medio de la destrucción, inician una escena sensual, que aunque reducida, les otorga un cierto atisbo de humanidad. Pero la forma en que ambos repelen a un hombre herido que les pide ayuda, y el final en que en medio del caos siguen discutiendo sobre el género de las tortugas y los caracoles, muestra que no entienden nada y que su humanidad es mínima.
La obra puede ser vista de dos maneras: o siendo uno de los 35 espectadores que están dentro del espacio decagonal que en medio de las explosiones se estremece, gira y se desintegra, o se puede mirar desde afuera, en sillas ubicadas frente a ese espacio y desde donde los actores y el público pueden ser parte del espectáculo. Y desde allí también se puede apreciar mejor el trabajo de los operadores, que son, en sí mismos, con su forma ceremonial y su eficacia, un espectáculo.
Esta versión de "Delirio a Dúo" es una etapa en la investigación sobre una posible autonomía de la puesta en escena y del relevante papel que tiene la técnica en el teatro actual. Llegar a producir este tipo de espacio reactivo ante las situaciones de la obra y que llegue a ser significativo en sí mismo, hoy es posible por el progreso de la tecnología. José Ignacio García y Eduardo Jiménez nos instalan en una experiencia extrema que nos hace experimentar de un modo más intenso la inestabilidad y el deterioro.
"Delirio a Dúo"
Lugar: Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi. Av. José Arrieta 8401, Peñalolén.
Horarios: Hasta el 27 de mayo, de jueves a sábado, a las 20:30 horas.
Entrada gratuita previa reserva. Sólo 35 cupos por función.
Reservas vía mail: teatrodeluno@gmail.com o al teléfono: 232178347