Puede que esta sea la novela número 83 del infatigable César Aira. Y puede que sea también la más reciente, que no ha sido aún incorporada a la bibliografía de su página en Wikipedia, aunque, como escribe el académico argentino Rafael Arce, "alguien está escribiendo una reseña sobre 'la última novela de Aira' y ya está saliendo otra más, y uno nunca está seguro de cuál es la última". De ahí el condicional para abordar Eterna juventud, que vuelve al territorio de Entre los indios (Mansalva, 2012) y repite la presencia de un personaje, el cacique Calfucurá, y variadas referencias en algunas de sus anteriores novelas. Pero el protagonista es Eterna juventud, un mapuche que no se siente muy a gusto con el hábito bélico de su pueblo, y que se presenta, desde las primeras páginas, como un connoiseur del tiempo, "un refinado catador de las duraciones que se entrelazaban en el tiempo". En la primera parte de la novela, es inequívocamente el tiempo circular del mito ("A la realidad se la llevaba el tiempo, y el presente se volvía puras equivalencias y alegorías"), con una mitología propia que tiene en el centro a las "cabecitas parlantes" que Eterna juventud descubre en las cavernas cercanas, que provienen del pasado, pero nunca del mismo punto, "lo que tenía por efecto expandir el pasado hasta llenar el universo entero, y derramarse más allá de sus fronteras".
A partir de ahí, el autor despliega lo que se ha dado en llamar "el método Aira", el crecimiento de un relato que parece proliferar por sí solo y en cualquier dirección. En este, además, es muy patente la capacidad humorística de Aira, en las asociaciones, en el uso frecuente del oxímoron, en la errática figura de Eterna juventud, que se desmarca constantemente de sus compañeros de tribu. Los diálogos de Eterna juventud con Calfucurá son extraordinarios y muestran a las claras el talento de Aira para permitir que la historia adopte el rumbo que quiere, y también para poner en escena ideas y conceptos que sufren una revisión permanente. "Yo sostengo -dijo Aira-, con una convicción que me viene de lo más profundo, que eso es falso: no hay primitivos, no hay salvajes, o en todo caso, si queremos darles ese nombre a civilizaciones distintas de la nuestra, no tenemos ningún derecho a suponerles menos inteligencia que la que nos arrogamos". Y si algunas novelas de Aira dan la impresión de que necesitan un mayor trabajo de edición o una escritura más cuidada -el autor dice que jamás revisa lo que ha escrito-, Eterna juventud es puro placer de lectura.
César Aira.
Hueders, Santiago, 2017.
80 páginas..