Esa frase o esa respuesta debería salir del idioma. O no deberíamos permitirla. Todos somos de muchas maneras y la vida y sus experiencias nos van cambiando.
Es maravilloso de alguna manera y terrible de otras. El dolor y las dificultades a veces nos agrandan y a veces nos destruyen.
Es verdad que hay tendencias, que hay genética, que hay sistema nervioso que nos determinan en mucho de lo que somos. Pero aun eso se va adaptando para bien y para mal a las circunstancias de la vida. ¡Somos tan predecibles y tan sorprendentes!
La psicología, además de describir, ha hecho avances enormes en ayudarnos a ser de muchas maneras, por nosotros y por los otros que nos quieren. Hoy sabemos que todo hombre y mujer poseen un enorme potencial de recursos, algunos aparentes, otros potenciales. Hay abundancia más que carencias. Hay originalidad más que repetición. Y sobre todo, somos en relación con otros, no somos animalitos salvajes botados en la selva. Somos quienes somos, pero somos también en relación con los demás. Podemos adaptarnos, tenemos recursos para enfrentarnos a la adversidad. Somos competentes para improvisar y discurrir en circunstancias nuevas, podemos entender todo y una hora después, no entender nada. Eso es lo que nos hace maravillosos y terribles. Porque sufrimos, pero hacemos sufrir.
¿Quién puede afirmar que es como es? Nadie que haya vivido o haya visto vivir a otros. Nadie que se haya relacionado y conozca aspectos nuevos suyos que surgen sin aviso. ¿Cómo desarrollamos la resistencia al estrés si nos negamos a acercarnos a él por miedo a quebrarnos?
Pero sobre todo, ¿cómo nos hacemos competentes?
Lo hacemos aprendiendo a conocer nuestros límites y a cuidarnos mejor. Lo hacemos probando. Lo hacemos cansándonos y a veces hasta enfermándonos, pero lo hacemos. Y eso es lo que somos.
"Es que yo soy de muchas maneras, algunas con más frecuencia que otras, pero no sé aún de qué soy capaz ni lo sabré hasta que me muera".
Esa es la respuesta. O... "veamos quién puedo ser" que es una apuesta desafiante.