"Small is beautiful" decían los gringos. O "Lo fino viene en frasco chico" se decía a propósito de los buenos perfumes.
Ese tiempo se acabó. El poder está en lo grande. Al menos en Chile. Tomemos el caso de los autos y camionetas que circulan por la ciudad. En Europa mientras más chico el auto mejor, y muchas veces más caro. Permite estacionarse en cualquier parte y gasta menos combustible que se ha convertido en el oro de esta época. Acá mientras más grande, pesado e imponente el auto, más poder. Es un símbolo de riqueza y de poder porque da derecho al abuso más brutal con los vehículos menores, mete mucho ruido de manera que avisa su presencia.
Nadie puede no vernos que es la peor de las humillaciones. Es como el lobo feroz de los cuentos infantiles.
Adivinamos su presencia antes de verlo y presentimos el peligro al que estamos expuestos.
¿Será que sienten asegurada la vida adentro de esos tanques? Seguramente. Y en buena hora. Pero lo grave es que la fuerza del motor y el tamaño de la nave los haga más poderosos que otros ciudadanos, más pobres o más finos en sus gustos. Ciudadanos que no necesitan mostrar a diario y en la calle ni su dinero ni su poder. Es la vulgaridad del símbolo lo que lo hace nefasto, porque no es el agricultor que pasa por caminos de barro ni el trabajador que cosecha sus productos y los trae a vender el que tira el auto encima, es un ciudadano que no lo necesita. Por eso pasa sin importarle si hay espacio para su súper nave, adquiere su identidad y su seguridad en la bestia que maneja. Se trata de la vulgaridad de los nuevos ricos. Muchas veces los norteamericanos fueron ridiculizados por el tamaño de sus autos, como país que necesitaba mostrar su poder a través del tamaño de sus productos. Porque eran los nuevos ricos del mundo y así lo demostraron. A nosotros los chilenos también nos ha ido mejor que lo que nadie esperaba de nosotros. Lo anterior es importante porque cada vez que ponemos nuestra identidad o, peor aún, la seguridad en nosotros mismos fuera de nosotros, lo que hacemos es afirmarnos falsamente en símbolos que no nos dan la seguridad que buscamos. La identidad es una cosa compleja y que se construye no siempre desde lo consciente. Muchas veces creemos que con un símbolo externo hemos construido una identidad más segura y sólida. Pero no es así. ¦