Cuando se habla de la preservación del medio ambiente nadie piensa en el desierto. Nos encanta decir que es el más árido del mundo, pero no nos detenemos en su belleza e ignoramos la variedad de vida que habita allí. Y, mucho más importante, la tremenda capacidad de aquellos organismos para sobrevivir en ese medio tan árido. No las apreciamos a simple vista porque su flora crece lejos del mundanal ruido o esporádicamente como consecuencia de lluvias intempestivas; su fauna se mimetiza con el ambiente, y nada sabemos de los microorganismos que solo están al alcance de la observación con microscopio. Todos ellos tienen una gran importancia para enseñarnos formas de supervivencia en medio de esas condiciones tan implacables de sequedad, de temperaturas extremas y de salinidad.
Se suma a lo anterior una tremenda incapacidad de parte nuestra para apreciar por nosotros mismos paisajes exóticos como este. Seguramente, permaneceremos ciegos hasta que un día llegue un nuevo Tompkins y compre la mitad de la provincia de Antofagasta (lo que es posible dada la inmensa cantidad de tierras que reconocen propietarios). Tampoco parece haber ninguna ONG fuertemente financiada desde el extranjero orientada a este medio: no está en el radar de ellas. Así se está pavimentando impunemente el desierto con placas solares. Pareciera que están fuera de los mecanismos de aprobación ambiental. Al menos no se sabe de polémicas por el hecho de estar cubriendo kilómetros y kilómetros. Al revés, si hay alguna población cerca, se la compran por cuatro chauchas, platas misérrimas que a esos vecinos les resultaría complejo obtener por otros medios, y todos callados y felices: desde el Gobierno para abajo.
Las placas solares, como la generación eólica, tienen costos y acarrean problemas. Hay que estudiar con amplitud el creciente y sin fin problema de la energía. Tampoco pueden las termoeléctricas apropiarse impunemente de cada puntilla de nuestro hermoso litoral. Es preciso tener una política clara que valore y pondere los diferentes y variados medios de generación y defina sus localizaciones. Así como hay que analizar las fuentes de energía y sus tamaños, es fundamental definir lugares para su instalación, de modo de evitar la destrucción indiscriminada y las habituales y dañinas polémicas. El Estado ha sido débil, pues solo se ha movido en la dirección que apuntan intereses ocultos, protestas callejeras y encuestas. Sus consecuencias se verán en el futuro.