Parecía un imposible y fue realidad: Diana Damrau en el Teatro del Lago de Frutillar. Soprano de capacidad vocal extraordinaria, técnicamente perfecta tanto en emisión como en adecuación estilística, es a la vez una artista de amplísimo registro dramático y una intérprete que se entrega por completo en cada presentación. Una estrella de la ópera de nuestro tiempo, que trae consigo toda la gran tradición belcantista y que proyecta ese acervo al futuro.
Fue con Mozart que abrió el programa. Primero su marido, el bajo-barítono Nicolás Testé, quien, acompañado por el pianista Maciej Pikulsky, interpretó "Madamina, il catalogo è questo" de "Don Giovanni", y luego ella, en la gran escena de la Condesa de "Las bodas de Fígaro", donde de inmediato mostró su facilidad para entrar en personaje, comunicar la música e inducir al público al estado adecuado a ella. Su "Dovesono", aria muy expuesta y que exige sólido control vocal, subrayó la añoranza por algo perdido de manera definitiva -una suerte de luto transmitido a través del canto- y más tarde la decisión de la mujer por producir un cambio en su vida.
Bellini vino con "Los puritanos". Nada menos que el dúo entre Elvira y Sir Giorgio ("O amato zio, o miosecondo padre"), prueba de fuego para el pianista, quien debe dar cuenta del variado ambiente sonoro orquestal mientras los cantantes se debaten en un complejo juego de equilibrios y transiciones. Fue impresionante ver cómo Diana Damrau construyó la vida interior adolescente de Elvira, su turbación y fragilidad mental, a la vez que su canto fue un prodigio en
fiato, línea,
messa di voce y agilidad, sobreagudos añadidos.
Tras la "Paráfrasis de concierto sobre Rigoletto", de Liszt-Verdi, ejecutada por Pikulsky, Nicolas Testé cantó "Elle nem'aimepas", de la ópera "Don Carlos" (Verdi), dando cuenta de una voz de hermoso color, que se despliega con nobleza en centros y graves.
El ambiente oscuro y amargo de esa escena cambió de manera abrupta con la siguiente entrada de la soprano, vestida de rojo para "Manon" (Massenet), desde "Suis-je gentilleainsi?" hasta "Profitons bien de la jeunesse". Un momento de extroversión vocal en el que Diana Damrau muestra la figura pública que es Manon, retrayéndose en el transcurso para razonar sobre lo que la mujer está haciendo de su vida. Notable como logro interpretativo pero también porque mostró en todo su esplendor el imperio vocal de la soprano: pianísimos cristalinos que parecen infinitos,
legato incólume, agilidad apabullante, robustez del registro en todas las zonas, agudos imbatibles.
Tras el intermedio vino el dúo "Lippenschweigen" de "La viuda alegre" (Lehár), encantador y nostálgico, que dio paso a la cima expresiva del recital: Diana Damrau bordando dos obras de Richard Strauss. Primero "Zueignung" y luego "Morgen", donde "el silencio de los bienaventurados" llevó a un estado extático de elevación espiritual, casi destruido por el sonido contumaz de un teléfono móvil (¿qué hacer para que algunas personas entiendan de una vez que eso no puede suceder?). A pesar de eso, la entrega llegó aquí al cénit y la sala lo agradeció con un aplauso conmovedor.
Estuvo de más "The imposible dream", de "El hombre de La Mancha" (Leigh), cantado a tientas por Testé, pero ella siguió adelante con el delicioso "Grünfink und Nachtigall" del musical "Sweeney Todd" (Sonfdheim) y luego ambos fueron sobre "Somewhere" de "West side story" (Bernstein). De "My fair lady" (Lerner & Loewe), "I Could have danced all night" trajo alegría y fascinación, con Damrau convertida en Elisa Doolittle en un abrir y cerrar de ojos, gozando a destajo con su canto pródigo y contagiando con él. Gershwin cerró con un evocador "Summertime", hecho como una filigrana, y el dúo de "Porgy and Bess".
Los aplausos atronadores consiguieron tres
encores: "I feel pretty" de "My fair lady"; el dúo de Don Giovanni y Zerlina, "La ci darem la mano", y otra vez el dúo de "Porgy and Bess".