Se dice que la condición del equilibrio mental es haber conocido lugares seguros durante el camino a ser adulto. De lo contrario llegamos heridos, desconfiados, incapaces de mantener relaciones donde nosotros seamos un lugar seguro para otro.
El lugar seguro no es una jaula donde los peligros quedan afuera. No es un colchoncito de plumas donde esconderme cada vez que tengo miedo. Es un lugar donde hay cierta cantidad de incondicionalidad hacia mí, que tolera mis defectos, mis crisis, mis malos modales. Es importante entender que el lugar seguro tampoco es ese lugar donde se me acepta con todos mis defectos y se me aguanta porque se ha perdido toda esperanza de que yo cambie. En ese lugar nunca voy a poder cambiar, nunca voy a poder crecer.
Porque no son las palabras lo que importa, es la percepción profunda de que soy querido y aceptado a pesar de todo. Y eso incluye muchos desacuerdos, peleas, cosas injustas dichas en la rabia, mucha amargura vertida al azar. Incluye no estar de acuerdo en opciones tomadas por mí, incluye tiempos de distancia, incluye infringirse dolores.
Es porque todo esto pasa que yo me siento seguro, porque alguna vez tuve o aún tengo ese lugar seguro donde me espera una bienvenida.
Un lugar perfecto, donde todos saben comportarse como es debido, no es necesariamente un lugar seguro. Esto es importante porque hoy se teme mucho a las peleas y desacuerdos en las familias y grupos, como si los seres humanos fuéramos ángeles que podemos controlar nuestros sentires cuando queremos a otro y creemos que está equivocado. "El buen comportamiento es para los salones o para el trabajo. La sinceridad, mal o bien expresada, es para los que se quieren".
Dar mi opinión, por dura que sea, no es mandar, no es poner condiciones, es simplemente el acto de amor mediante el cual yo pongo un límite a lo que puedo tolerar, advierto a quien quiero que todo está permitido dentro de esos límites y me peleo con ese a quien quiero cuando traspasa los límites, justamente porque lo quiero.
Mi gran preocupación es que hoy hay tanto miedo a decirse la verdad, a apasionarse y ser hasta injusto a veces, que casi no nos quedan lugares seguros. La gente se distancia cuando el otro no se comporta como corresponde, en vez de pelear el amor y la amistad en las diferencias. En esto de "portarse tan bien" hay una trampa. El buen comportamiento es para los salones o para el trabajo. La sinceridad, mal o bien expresada, es para los que se quieren.
Demos lugares seguros a amigos e hijos. No salones de baile.