De la camada de autores escandinavos que han revolucionado el género policial -Stieg y Asa Larsson, Henning Mankell, Karin Fossun, Jussi Adler-Olsen-, Jo Nesbo tal vez ocupe el lugar de mayor prominencia debido a la ambición estructural de sus obras, a que ha retomado la tradición de la novela social europea y al colosal éxito que acompaña a cada nuevo título suyo. Más que sus contemporáneos nórdicos, Nesbo se ha atrevido como pocos a enjuiciar al Estado de bienestar, desnudando sus falencias e hipocresías; a revelar la corrupción rampante de sus instituciones; a poner el dedo en la llaga donde nadie lo había hecho antes, en suma, a exponer a una sociedad satisfecha, aun cuando esté enferma por dentro y por fuera. Es cierto que si uno se toma en serio sus truculentas historias, puede llegar a la conclusión de que Noruega, el país con el estándar de vida más alto del planeta, es un pozo séptico inhabitable, peligrosísimo, compuesto por malhechores o por gente que prefiere mirar para el lado en lugar de ver lo que Nesbo ve: narcotráfico a gran escala, mafias rusas operando sin restricciones, holdings delictuales que actúan en los cuatro puntos cardinales y un escenario harto deprimente. Pero no es menos cierto que el escritor oriundo de Oslo logra sobresaltar gracias a su adictivo estilo, a los giros argumentales y a los finales inesperados.
Némesis , la última ficción de Nesbo en ser traducida al español, se sitúa, por así decirlo, en la prehistoria de su carrera narrativa, puesto que ya nos habían llegado Policía , El murciélago o Fantasma , textos bastante posteriores al que estamos comentando. Todos están centrados en la fascinante personalidad de Harry Hole, un detective heterodoxo y poco convencional, alcohólico, fumador, de pésimo genio y peores costumbres, aunque ha logrado formar un equipo admirable: Beate Lonn, una de las investigadoras más desconcertantes del cuerpo de policía, que puede identificar rasgos faciales mucho más rápido que cualquier programa informático; Rune Ivarsson, jefe incompetente, arribista y de escasa inteligencia; el forense Karl Weber, tan expresivo como una momia, o el psicólogo Stale Aune, experto en conductas criminales, con un conocimiento acabado sobre los asesinos en serie, aunque tan tolerante con respecto a los comportamientos anormales que termina casi siempre favoreciendo a los facinerosos. Hay muchos más que entran y salen de este relato, sea para quedarse un tiempo, sea para desaparecer sin dejar huellas. Se ha reprochado a Nesbo cierta tendencia a irse por las ramas y a generar efectos gratuitos; tales reparos carecen de fundamento, ya que al final de cada publicación suya las piezas se ajustan como en una partida de ajedrez y nada ha quedado librado al azar.
Némesis significa varias cosas: destino, retribución, castigo, ira de los dioses y otro sinfín de variedades. Aquí se nos dice, una y otra vez, que es la diosa de la venganza, de la venganza justiciera y redentora. Como es su costumbre, Nesbo desarrolla numerosas tramas paralelas, cada una más bizantina y retorcida que la otra, cada una con acciones perpetradas por sujetos sin Dios ni ley, que llevan años de años viviendo bajo sus propios códigos, que aparentemente se alejan del ordenamiento jurídico vigente y que, no obstante, tienen influencias en las altas esferas del poder y pueden chantajear a cualquier clase de autoridades, desde el Primer Ministro hacia abajo. Némesis se enfoca básicamente en dos embrolladas cadenas de hechos: una sucesión de atracos bancarios cometidos por personas o grupos de personas infalibles y el suicidio, que claramente es homicidio, de Ana, antigua novia de Harry, una artista visual dotada de genio y que, al igual que su tío, el bandido Raskol Baxhet, pertenece a la etnia gitana. Harry, quien ha tenido mala suerte con las mujeres o le falta paciencia para las relaciones amorosas, por fin ha sentado cabeza con Rakel, una abogada que, mientras su pareja se mete en líos disparatados, está en Moscú luchando por la custodia de su hijo Oleg, el cual considera a Harry como el padre que nunca tuvo. Con todo, este es el mero telón de fondo de Némesis , que se complica de forma creciente: Harry es el principal sospechoso de la muerte de Ana, tendrá que cruzar la línea entre lo legal y lo ilegal para, a la postre, darse cuenta de que no hay tantas diferencias entre lo uno y lo otro. En síntesis, Némesis cumple con creces el objetivo de un buen thriller y si bien deja un sabor amargo, nos plantea preguntas sin fáciles respuestas.