Digamos primero que "Saloon", la cuarta creación que el Cirque Éloize ofrece en Chile desde 2011, no llega a equiparar la alta vara que marcó antes. Cada cual -"Rain", "Cirkópolis" e "ID", esta el año pasado, todas en el mismo escenario- desplegó virtuosismo en belleza y aliento poético dentro de la línea de esa afamada troupe canadiense de circo contemporáneo con casi un cuarto de siglo de innovadora trayectoria. Ello nos hizo deducir que Éloize superaba a su coterráneo, el Cirque du Soleil, en su búsqueda de elevar el nivel artístico del género fundiendo las destrezas físicas con los recursos del teatro, la música, el baile y las artes visuales. O sea, hacer del circo un espectáculo total.
Lo que no quita nada de sus méritos a su más reciente montaje estrenado en agosto último. "Saloon" brinda un desfile de impresionantes números circenses ejecutados con pasmosa precisión y fluidez, en el marco de una ambientación que evoca el mítico Lejano Oeste. Es un alegre y festivo espectáculo que, a falta de poesía, envolvente atmósfera y creativa estética original mostrados antes, apuesta por un derroche irresistible de energía física, ritmo imparable y ánimo lúdico. Sin duda marca un viraje de Éloize hacia un público ya no tan exigente, sino que más familiar y masivo.
Creímos a priori que ahora que los westerns se asoman rara vez a la pantalla de cine, la conexión con nuestra platea sería dificultosa: la función de estreno probó lo contrario. Es un show que despierta la adhesión instantánea, si no por el medio en que se desarrolla, gracias a las excepcionales dotes de los acróbatas, todos los cuales se mueven como bailarines, y además cantan y tocan diversos instrumentos. Más que nada, por la excelencia de la música que suena sin interrupción. Lo que vemos funciona al mismo tiempo como un vibrante recital de música country, incluyendo baladas clásicas de Patsy Cline o Johnny Cash, interpretadas en vivo por un trío notable en el que sobresale la cantante Sophie Baudet (su versión de "Crazy" es un hito de la jornada).
Uno tiende a pensar que sin ese entorno sonoro, el conjunto perdería buena parte de su imán. A ratos el estímulo auditivo se adueña de la escena y atrapa nuestra atención más que lo que ocurre en ella. Sobre todo si comparamos con los antecedentes, la escenografía luce algo tiesa y sin sugerencia, y por tramos hay demasiada oscuridad para tratarse de una propuesta de aire tan vital. En eso se nota el escaso dominio en el manejo de los signos de la teatralidad de Emmanuele Guillaume, que entendemos lidera por primera vez una producción. También en que los resortes de humor pueden ser risueños, pero nunca de veras divertidos, y en la inserción de ciertas ideas escénicas que aportan poco o nada (por ejemplo el par de bajadas a la platea de algunos artistas, el breve pasaje en cámara lenta y reversa aludiendo al cine, y otro con animación a la vista de un muñeco representando a un cadáver que se desarticula).
Los 20 últimos minutos de los 75 que dura tienden así a aflojar el interés. Por fortuna el espectacular número acrobático de remate es de esos que dejan sin aliento. Al fin y al cabo queda la impresión de que uno disfrutó mucho, pero no obtuvo imágenes para atesorar en la memoria como ocurrió en las visitas previas.
Teatro Municipal de Las Condes. Jueves y viernes a las 20:00 hrs., sábado a las 18:00 y 21:00 hrs.,domingo a las 18:00 hrs. hasta el 9 de abril.