A un mes del Festival de Viña del Mar, los ecos del humor resuenan en el horario estelar de la TV. Y lo hacen porque hasta ese escenario Daniela Aguayo, actriz y comediante, llegó con una rutina que pasará a la historia no por ser divertida, sino por lo procaz. Su mayor logro, sin duda, es haber encendido desde esa desvergüenza un debate que sincera el estado actual de la sociedad.
"Vértigo" en el capítulo de estreno de su decimosegunda temporada tuvo en el set a Aguayo y a Alberto Plaza, cantante chileno de gran éxito local en años pasados y ahora radicado en EE.UU. Él, de paso por Chile en los últimos meses, se ha convertido en el adalid de quienes se resisten a que el estilo de humor que encarna la comediante llegue a un escenario como el Festival, y así lo hizo saber a pocas horas de ese show a través de una carta al director de "El Mercurio". Plaza ha elegido este tradicional medio de expresión de opinión en más de una ocasión.
El ejercicio de opinión en las páginas de un diario es por cierto prohibitivo, pero hoy las redes sociales agregan un efecto democratizador a cualquier debate. En este caso, la confrontación social entre los defensores de la ruptura de las tradiciones y los partidarios de la conservación. Entonces, con el interés público ya manifiesto, aparece la televisión, buscando un espacio por dónde entrar en la discusión.
El acierto de producción que reunió en el espacio del 13 a los protagonistas del debate no es menor. Llevar al mismo medio donde se originó el choque de las dos realidades país los ecos que este generó es una tremenda oportunidad para aportar a la sociedad algo más que entretención. Dejar de mirar solo las microrrealidades de futbolistas, modelos y rostros de TV es una ganancia para el espectador.
El altercado de Plaza y Aguayo estuvo cargado de tensión. Fue una disputa sobre la tolerancia que se movió entre la indulgencia y la insolencia, entre la condescendiente agresión pasiva de uno y la febril reivindicación social, política y feminista de la otra. En rigor, nada demasiado fuera de lugar para el horario en que se emitió. Pero, en suma, nada conducente a otra conclusión que no sea evidenciar la distancia que los separa, separó y separará. Chile en su máxima expresión de realidad.
Que la televisión aproveche la oportunidad de tomar los debates que explotan en las redes sociales podría llevar aparejada una responsabilidad de avanzar un paso más allá que la mera exposición. Ahí es donde se extrañó un rol más activo de los animadores del espacio, Diana Bolocco y Martín Cárcamo, ambos con sólidas carreras en el área de entretención.
Ordenar, cuestionar y, por qué no, tomar partido en una confrontación de ideas y valores que puede ser inusual para la televisión, pero que es totalmente cotidiana para quienes cada día ejercen, mediante cualquier medio, una opinión, es algo que los medios masivos debieran tomar como misional. Frente a esa irreconciabilidad que hoy campea en la sociedad -hace rato más allá de lo político- no hay mejor aglutinante que la cohesión que un medio masivo de comunicación puede aportar.