Para ser fieles a la verdad, lo que nunca está de más, "Clausurado por ausencia" no es --como lo publicitó con orgullo el GAM, donde se presenta respaldado por Fondart, y así lo repitieron erróneamente diversos medios- el "primer estreno póstumo" de una obra no conocida de Juan Radrigán, alabado dramaturgo fallecido en octubre pasado a los 79 años. Se debe hablar, en rigor, de la segunda versión de un texto estrenado en 2007.
Inspirándose en el Patio 29 del Cementerio General, lugar de sepultación clandestina de ejecutados políticos en dictadura militar, el autor, Premio Nacional 2011, elaboró la pieza en conjunto con los actores de la compañía Teatro La Luciérnaga. Bajo la dirección de Hugo Medina, líder de ese grupo, se estrenó en el Centro Cultural de España y luego estuvo en cartelera un mes en la extinta Sala Lastarria. Hay más: el actor Miguel Ángel Acevedo repite ahora el único rol masculino que desempeñó hace una década en el montaje original. Entonces, ¿cómo y cuándo se pudo borrar ese dato?
Otra cosa es que la puesta, anunciada como un tributo escénico post mortem al recordado dramaturgo, en realidad no rinde honores a sus talentos como era esperable. A poco andar se revela como un texto menor dentro de su escritura, una entre varias otras obras otoñales de un creador admirable que, salvo un par de excepciones, dio sus mejores frutos hace tiempo, en las dos décadas finales del siglo pasado (y por eso quizás este quedó en un cajón). Lo que ratifica que no todas las piezas de un autor teatral deben necesariamente llegar a las tablas o merecen ser revisadas; sobre todo si se trata de un escritor prolífico.
El punto de partida son tres personajes esperando inútilmente que se inaugure un memorial para detenidos desaparecidos, pero ese acto oficial se posterga una y otra vez, pues no le importa a nadie. Aquí sabemos desde las primeras frases qué viene. Otra vez sentencioso, Radrigán despotrica con sorna y desconsuelo contra un montón de cuestiones, repitiendo lo que dijo con variantes y de modo tanto mejor en anteriores textos. Rumia su discurso con tal rabiosa amargura, que la fabulación no progresa; como se va por las ramas, el diálogo se hace errático y los personajes se vuelven indefinidos, en tanto sus ocasionales arranques poéticos y sarcasmos caen en el vacío. Tal vez presiente que del eventual público que escuche su palabra, la mayoría sabe de lo que habla solo de oídas, muchos prefieren olvidar, otros simplemente optaron por dar vuelta la hoja.
Sin duda el montaje es un trabajo hecho con cuidada laboriosidad. Pero a pesar del movimiento físico y los juegos gestuales que impone el director Francisco Krebs, de los bailes y canciones, y del interés de la escenografía, uno sigue la entrega con invariable desapego. El sugerente "diseño sonoro" de Alejandro Miranda trata de imprimirle atmósfera a una acción escénica que carece de ella. De los tres disciplinados ejecutantes, Carla Casali sobreactúa ingratamente si bien eso no parece ser un defecto de la actriz, sino del director que no supo frenar su descontrol. Dos inconvenientes más: los excéntricos trajes y el problema acústico de la sala que impide oír bien buena parte de los parlamentos.
Centro GAM. Av. Libertador Bernardo O'Higgins 227. Miércoles a sábado, a las 21:00 horas. General: $5.000. Informaciones al 225 665 500.