Nabila Rifo, con 29 años, sobreviviente de una brutal agresión que pudo terminar engrosando la lista de femicidios del país, irrumpió la mañana del jueves en cada hogar con su historia de violencia, vulnerabilidad y desprotección. Lo hizo por su propia voluntad, ya que los jueces del tribunal le dieron la opción de ser televisada tal como su presunto agresor, Mauricio Ortega, lo aceptó. Pero de ahí en adelante, nada de lo que vino Nabila lo previó.
Ella no tenía cómo saber a ciencia cierta cuáles eran las preguntas que enfrentaría. Apenas podría defenderse de la defensa -vaya tautología- de Ortega cuestionándole "¿qué tiene que ver mi vida sexual en lo que pasó?". Y, sin duda, no tenía cómo saber que en buena parte de los canales de televisión abierta del país, esos que se reciben libremente, su testimonio e interrogatorio sería emitido prácticamente sin intervención. La misma crudeza que resentía Nabila en su interrogador llegaba a las casas en horario de todo espectador.
No todas las audiencias que celebra el Poder Judicial llegan a registrarse para televisión. Al interior de tribunales la herramienta audiovisual es usada con un doble fin: ordenar sesiones muy concurridas por prensa ofreciendo una única señal y, por cierto, hacer pedagogía sobre la administración de justicia en la población. Claramente no está en ellos hacer edición ni intervención alguna del material que se emite en vivo.
Si el testimonio e interrogatorio de Nabila llegó a ser televisado, fue porque además de generar alto interés público, en el inicio del juicio oral, el lunes 13 de marzo, su presunto agresor aceptó las cámaras. Eso hizo que al interior de tribunales se debatiera si correspondía, por ecuanimidad, darle a Nabila la misma oportunidad. Si Ortega no hubiera querido cámaras, poner a Nabila frente a ellas no habría sido opción. Sin embargo, ante lo ocurrido con Ortega, ella aceptó.
Pero luego de esa discusión al interior del Poder Judicial y
a posteriori del debate que Nabila y sus abogados deben haber realizado sobre la conveniencia de exponerse, está el rol de los canales de televisión. Ellos y su debate sobre cómo lidiar con este material delicado, de alto interés público y en horario de todo espectador. Si es que esa discusión existió, el veredicto generalizado pareció ser que lo más conveniente era simplemente "colgarse" de la señal del Poder Judicial.
Esa negligencia respecto de la responsabilidad que le cabe a la televisión es otra forma de violencia, una que llega a las audiencias más sensibles del país. Niños, mujeres y ancianos que por su caracterización socioeconómica habitan espacios de vulnerabilidad son el público mayoritario del horario matinal. Entregarles una señal externa, que se genera con fines judiciales, en forma cruda y sin tener la más mínima posibilidad de control sobre ella, es justo lo que menos ayuda a terminar con los círculos de vulnerabilidad. Al contrario, se acerca a una irresponsable morbosidad.
Tampoco ayudan los comentarios en estudio de conductores y panelistas de matinal, haciéndose cruces por la línea de interrogación de la defensa que, por cierto, no dejan de emitir, ya que eso significa puntos de
rating más. La presencia de abogados con más
expertise en temas civiles o de familia que propiamente penales -TVN fue la excepción-, apenas le da a la emisión un frágil halo de seriedad.
Solo Mega, en "Mucho gusto", decidió cortar la declaración de Nabila antes de que la defensa comenzara a interrogar. Claro, el canal no está encargado de administrar justicia dándole a cada parte un trato igual; pero sí está a cargo de anticipar y evaluar los contenidos que emitirá. Ese día, de más está decirlo, el
rating no los acompañó. Pero al día siguiente, Nabila se sentó con ellos a dar su primera entrevista de corte humano, formato propio de un matinal de televisión.