En breve, ese es el mensaje que emitió el ex Presidente Sebastián Piñera al anunciar su disposición a postular a La Moneda: hay que erradicar el clima de desconfianza -e incluso de temor- que hoy abate los ánimos, para así volver a creer en Chile.
Es un error pensar -como lo hacen los estrategas de la Nueva Mayoría- que Chile es un país fracasado y enrabiado. Un reciente informe internacional compara los niveles de satisfacción de la población de más de 150 países, utilizando encuestas (World Happiness Report 2017). El nuestro ocupa el lugar 20 en el mundo y el segundo en América Latina. Durante los últimos 10 años es el noveno que más ha progresado en esta dimensión. A los entusiastas locales del chavismo les recomiendo constatar que Venezuela, con el mayor retroceso a nivel mundial, ha sido relegada al puesto número 82.
Otro
ranking de interés es el de Desarrollo Humano, elaborado por la ONU, combinando ingreso per cápita, esperanza de vida y escolaridad. Entre 1990 y 2015, crecimos 21%. Con la posición 38 entre 188 países, y por lejos el más adelantado de América Latina, somos calificados con "muy alto desarrollo humano". Esa fuente estudia también la desigualdad y ofrece un índice alternativo que la incluye. Al hacerlo, Chile retrocede en el
ranking mundial porque exhibe alta desigualdad, pero aun así queda en el segundo lugar de la región, pisándole los talones a Argentina. Es cierto que exhibimos mayores disparidades de ingresos que los países de muy alto desarrollo humano, pero en cuanto a esperanza de vida y escolaridad, nuestro grado de desigualdad es bastante similar al de ellos y muy inferior al latinoamericano.
Hay, desde luego, carencias sociales acuciantes que ameritan atención prioritaria. Solo el crecimiento económico proporcionará los recursos necesarios para atenderlas. Hoy crecemos -por cuarto año consecutivo- a un ritmo inferior al 2% anual. El ministro de Hacienda ha aludido a que una falla "estructural" obstaculizaría nuestro avance. En arquitectura los defectos estructurales son inalterables, en economía se corrigen con reformas microeconómicas apropiadas. Observa el ministro -y con razón- que nuestro dinamismo exportador ha decaído. A superar esa falla apuntaba la Agenda de Impulso Competitivo del gobierno del ex Presidente Piñera, la que ha sido en buena medida abandonada. Un renacer exportador demandaría nuevas inversiones y nuevos empleos. Pero las reformas tributaria y laboral de la Nueva Mayoría -así como la incertidumbre reinante- desalientan las tan necesarias inversiones y contrataciones.
Estoy convencido de que Chile puede superar la mala onda y reanudar su marcha. Ello exigirá introducir rectificaciones de fondo a las señaladas y abordar con decisión el desafío de la competitividad. Es bueno que durante la campaña -como ha adelantado el ex Presidente- los candidatos anuncien con claridad los cambios necesarios y hagan así del voto un mandato inequívoco de la ciudadanía.