Resulta estimulante para un profesor ver que lo que enseña resuena en los estudiantes; comprobar que está entregando una clave de interpretación del mundo que cobra sentido cuando, mágicamente, calza con las insondables inquietudes de una mente joven. Con cada vez mayor intensidad percibo la curiosidad de los estudiantes por entender la mayor variedad de temas relacionados con la ciudad: su historia, sus normas, sus problemáticas, la posibilidad de planificarla y de producir un desarrollo sustentable. "Es que esto somos nosotros, profe", me dijo una vez una joven aspirante a arquitecta, y creo que tiene razón.
En mis tiempos de estudiante, recuerdo que el urbanismo me despertó más sopor que entusiasmo, ya que me pareció una sofisticada especialización de la disciplina un tanto distante del diseño arquitectónico. Por fortuna, ganó el interés y finalmente me dediqué al estudio de un área que para gran parte de mis pares seguía teniendo algo de sui géneris. Pero, en el último tiempo, los temas urbanos parecieran subyacer efervescentes bajo cada discusión de la contingencia. Sin que los profesores nos hayamos vuelto necesariamente más entretenidos, para los más jóvenes, la comprensión de la ciudad y el territorio se transformó en una llave que les permite comprender su propia cultura. Las nuevas generaciones, incluso las que no viven en la ciudad, son profundamente urbanas y las imágenes de la metrópolis reflejan también algo de su mundo interior.
Aprender de urbanismo es también ensayar la civilidad; comprender los límites de nuestras acciones públicas y sus consecuencias. La urbanidad, término tan cercano a la ciudad, no es otra cosa que una forma de vivir en sociedad según los acuerdos y reglas que se definen en común. La ciudad es un espacio pedagógico donde se aprende a ser ciudadano de la polis y a participar en el desarrollo de su política. Los profesores de urbanismo quizás tenemos entre manos una de las últimas ágoras, un lugar de conexión y encantamiento en donde verificamos que el compromiso con el mundo se inicia en el compromiso con el espacio en común.