Circunstancia muy poco frecuente, dos exposiciones notables abren la temporada 2017. Se trata, en Galería Patricia Ready, de la sólida obra reciente de la pintora Carolina Edwards y de la última producción gráfica de la hoy residente en Berlín Paula Anguita. Si bien son dos autoras de fuerte personalidad y cuyas obras pertenecen a ámbitos creativos enteramente diferentes, las pinturas con papel de la primera se complementan admirablemente bien con las planchas metálicas de la segunda. Para comenzar, Carolina Edwards tiene la osadía de sintetizar abstracciones informalista y geométrica. Y lo consigue con resultados genuinos. De esa manera, recorta de diversas revistas miles de diminutos rectángulos alargados que cumplen la función de la pincelada tradicional. Al mismo tiempo, organiza estas como un manchado pictórico, en apariencia sujeto por completo al azar. Aquí la herencia de Pollock emerge asumida brillantemente. A través de la fluida coherencia de dos vías creadoras en estrecha conexión entre sí, la artista nos entrega tanto imágenes vinculadas con lo figurativo como cuadros insertos por completo en la abstracción. Concreta la primera vía mediante una iconografía de mapas geográficos, tratados con fuerte sentido simbólico. En ellos busca materializar visualmente el concepto de "un mundo sin mapas", donde "nosotros somos los verdaderos países", de acuerdo a la aguda definición del novelista canadiense contemporáneo Michael Ondaatje.
Así aborda la autora el mapamundi más allá de la precisión geográfica, reduciéndolo a continentes carentes de fronteras precisas y a la constancia de los océanos. Tenemos primero, entonces, la dualidad trastocada de una Sudamérica donde los verdes y castaños terrosos indican ya cordillera, ya selva. En acorde con lo anterior, las coloraciones azulosas, ricas, vibrantes, se tornan permanentes en todos los trabajos de esta clase, encarnando una especie de musical bajo continuo. Papeles semejantes ofrecen al espectador la posibilidad de soñar ante la originalidad cromática de azules, verdes y café -en lenguaje coloquial-, ante ese territorio sudamericano convertido en desnudo ícono visual, depurado y característico.
Esa misma coloración, como ambiguo y alterado signo geográfico, se aplica a la cartografía del mundo, ahora avivado por toques sutiles de cálidos. No obstante, en unos y otros casos, las aguas mantienen los azules de rigor, asociados a las profundidades marítimas, mientras el blanco remite al líquido solidificado en hielos. Por supuesto, mediante un cromatismo más vivo, se acentúa la confusión de identidades entre las distintas naciones. América central y del norte merecen una lámina especial. Así, California y México se tiñen de rojo; por su lado, Centroamérica y parte de Colombia oscilan gradualmente a los violáceos. Pacífico y Atlántico se rigen por la coloración asociativa que les resulta habitual.
A continuación, la entera abstracción impera en el conjunto de los once cuadros siguientes. Cada uno aporta un único y bien definido color. Pero, ¡qué riqueza de acordes tonales magnifica la nota cromática dominante, qué efecto de muelle y táctil textura provocan sus partículas rectangulares! Su dinamismo nos transmite una sensación de movimiento perpetuo. En este momento, la innegable musicalidad de estos trabajos aflora con un vigor particular. Por otro lado, dentro del noneto visual, dentro de la sala grande, una lámina vertical rompe oportunamente la regularidad de los formatos horizontales, tonificando el efecto de conjunto. Armoniosos, concluyen la exhibición dos trabajos multicolores en la misma línea abstracta, los cuales, asimismo, contraponen horizontalidad y verticalidad. Ante la actitud contemplativa del observador, todas las presentes pinturas tienen mucho que decirle, tanto sensorial como anímicamente. Basta detenerse y mirar.
Paula Anguita
Por el contrario, nada más que blanco, negro y brillo de metal, grabado y técnica fotográfica son los elementos capitales de la nueva producción de la talentosa Paula Anguita. Versiones distintas, aunque a la vez de una coherencia conceptual impecable, nos propone del tema de la muerte. Principia en el ámbito animal, donde la fiera bien despedaza o bien acecha su presa. De esa manera, una serie en cinco escenas se despliega dentro de un mismo escenario espeluznante y de fría perspectiva geométrica. Ahí nos atrapa la secuencia progresiva de un leopardo en plena caza de una cabra indefensa. En otro par de vistas, también víctima desde el comienzo, una res corpulenta resulta asediada por menores, aunque muy peligrosos depredadores. Una geometría lineal establece las relaciones mortíferas entre uno y otros.
Luego el montaje nos conduce a la órbita de los seres humanos. Son negras siluetas planas, si bien llenas de individualidad y que se recortan sobre entornos cotidianos de mayor iluminación. Son láminas metálicas hermosas y cargadas de una expresividad intimista y sumamente sugerente. La fortaleza formal de cada obra parece representar una historia familiar distinta. Dentro de un nivel de calidad parejo, ¡cómo no destacar ese casi fantasmal grupo alrededor de una once sobre la hierba! Por último, en rojo oscuro y blanco, una especie de afiche con un relato trágico es sometido a segmentación y medición con fórmulas algebraicas, junto a un enigmático aviso escrito adyacente.
PAPELES
Estupendas pinturas de Carolina Edwards, capaces de hacer brillar la unificación de abstracción geométrica e informalismo.
DEATHLINE
Novedosa gráfica en metal de Paula Rubio, donde la muerte física se encarna en hombres y animales.
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 21 de abril