El autor, Fernando Mena, tiene ya una larga experiencia como dramaturgo, director y actor en cine y teatro. Pasados sus 30 años decidió incursionar en el género narrativo, con una novela que no parece tan autobiográfica como generacional y que transcurre mayormente en Valparaíso, la ciudad natal de Mena, donde "la pobreza va cerro arriba y los ratones cerro abajo. Que es la ciudad con más cesantía de Chile. Que se cae a pedazos. Que es un lugar triste, pero que le tienes cariño. Algo más que cariño, quizá, pero que es imposible explicarlo". Narrada en segunda persona, quien cuenta la historia sigue la vida del protagonista, Manuel, y parece devolvérsela amplificada por la distancia y el evidente cariño hacia el personaje. Algunas transparentes alusiones a una de las canciones más conocidas sobre el puerto, "Valparaíso", del Gitano Rodríguez, dan el marco para situar a Manuel en el mapa social: de la pobreza a la universidad, de la universidad a esa élite ilustrada, pero igualmente precaria -es profesor de historia-, que tiene más conciencia aún de las diferencias y de las particularidades de una ciudad ciertamente única, pero no precisamente por lo que atrapa la mirada del turista.
El recuento de amores y de historias familiares es la principal línea narrativa, en preciso contrapunto con el entorno porteño. Manuel vive en el Cerro Alegre, pero en una pieza que es "una caja de fósforos", y la biografía que desgrana el narrador tiene una especie de resumen en una encuesta que lee en una revista en la peluquería, sobre la "crisis de los 30". La incipiente calvicie, la panza que antes no estaba, delatan el paso del tiempo, pero además lo devuelven a sí mismo, a la soledad -"Estando solo has estado aún más solo de lo que se puede estar", hasta que una serie de acontecimientos -un viaje a Santiago, una mujer, el devastador incendio que asoló Valparaíso hace pocos años- se alzan como detonantes de una revelación. Y si en algún momento el tono de la novela se eleva casi hasta el discurso moral, también se advierte ahí un claro designio narrativo, que orienta la estructura y el diáfano estilo del narrador. Es una novela de formación, sin duda, y en esa línea Mena corre el riesgo de pasarse de revoluciones epifánicas, lo que no quita valor a una novela que se articula sobre un paisaje degradado y áspero, que dice mucho sobre la segunda ciudad de Chile y, como es obvio, sobre el país en el que ha crecido la generación del autor.
Fernando Mena Kindberg Editorial, Valparaíso, 2016. 112 páginas.