Malos han sido los últimos tres años de Chile en lo económico. La dinámica del PIB ha sido escuálida y no hay señales de repunte. Más preocupante aún, muchos parecen muy cómodos con el nuevo escenario. "De qué se quejan, si al menos crecimos", dicen sin reservas (mal de muchos, consuelo de tontos). Quizás esto explique la percepción de que la suerte está echada, que no es necesario mojar la camiseta en los descuentos de un partido de cuatro años. Pero no hay que tirar la toalla. La mediocridad es muy cara.
Revisemos las cifras. La economía Chilena creció 1,88% en 2014, 2,31% en 2015 y el Banco Central anticipa un 1,5% para 2016. ¿Y si la cosa hubiese sido distinta? Por ejemplo, ¿cómo nos hubiese cambiado la vida de haber crecido, digamos, un 3% anual en el período? En tal escenario, nuestro PIB de 2016 hubiese sido casi $4.000.000 millones (o US$ 5.900 millones) superior al actual. Ese es el costo de la mediocridad relativo de la alternativa de haber crecido un 3% anual en estos últimos tres años.
Pero convengamos que el 3% tampoco es gran cosa. De hecho, entre 2000 y 2009 Chile creció en promedio un 4,13% anual (incluso a pesar de la crisis mundial del fin de dicha década). Así que pongámonos un poco más exigentes y preguntémonos qué hubiese pasado si nuestra economía hubiese crecido a dicha tasa. ¿El resultado? En términos agregados, el PIB de 2016 sería $8.110.000 millones (casi US$ 12.000 millones) superior al efectivo. Para ponerlo en perspectiva, la cifra es más de 30 veces el costo económico estimado de los incendios forestales que azotaron al país durante el verano. Así que no queden dudas: como la educación superior, la mediocridad nunca será gratis. Sus costos son inmensos.
Ante tales montos, imposible no pensar en las causas. ¿Fueron las improvisadas reformas económicas, los ataques continuos al modelo económico y la falta de liderazgo de la administración de la Nueva Mayoría responsables de nuestro mediocre crecimiento? Imposible descartarlo. Y mientras muchos nos quemaremos las pestañas tratando de dar con una respuesta objetiva en los próximos años (la presión estará sobre los responsables, no sobre los que pedimos explicaciones), ¿por qué no actuar inmediatamente para acotar el despilfarro?
El Gobierno tiene un año para ofrecer al país una salida a la mediocridad (370 días para ser más exactos... no es que esté contando). Un año para implementar políticas que al menos dejen a las proyecciones económicas de largo rato por sobre nuestros promedios históricos. Un año para ordenar el debate y dejar de lado las improvisaciones. Un año para sentar las bases para que la siguiente administración pueda retomar la senda del crecimiento. Un año para demostrar que todos los que vemos con pesimismo el futuro estamos profundamente equivocados. Así que el llamado es amplio. Estimadas autoridades, en los descuentos no tiren la toalla. Aún queda tiempo para evitar la goleada.