Muy exigente fue el programa que se impuso la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, que el miércoles se presentó en el Teatro Municipal de Ñuñoa, bajo la dirección de Rodolfo Fischer.
Las obras fueron "Plegaria", de Tomás Brantmayer; la Suite Nº 2 de "Daphnis et Chloé", de Ravel, y el Concierto para Orquesta, de Béla Bartók. Las tres obras fueron aptas para aquilatar el rendimiento y calidad de los músicos de la orquesta en su configuración actual.
El joven compositor chileno Tomás Brantmayer sorprendió con una muy atractiva propuesta. La obra progresa en permanente contraste entre un oscuro magma (muy bien orquestado) y destellos de luz que parecen emerger del caos y que establecen una secuencia alternada de conflicto y paz. Esta contraposición es manejada sabiamente por el compositor, sin digresiones superfluas, para ir preparando la aparición de un sencillo motivo melódico que se va apoderando progresivamente del discurso hasta la apoteosis final. Es una obra que merece su inclusión permanente en el repertorio sinfónico.
El ballet "Daphnis et Chloé", que Ravel llamó "sinfonía coreográfica", se estrenó en 1912. De ahí Ravel extrajo dos Suites para versión de concierto y la escuchada es la más ejecutada. Como siempre, la orquestación de Ravel es magnífica, y para conseguir las sutilezas tímbricas se necesita una orquesta disciplinada y a la vez dúctil. La Sinfónica Nacional Juvenil exhibió claramente esas virtudes y produjo una versión a la vez refinada y arrebatadora. Debe destacarse la estupenda intervención del primer flauta solista, Manuel Astudillo.
El Concierto para Orquesta de Bartók fue compuesto en 1942 y estrenado en 1944. Su curioso y aparentemente contradictorio título revela el ánimo del compositor de otorgar relevancia solística y virtuosismo a los integrantes de las diversas familias orquestales. Si no fuera por la genialidad de Bartók, la obra podría haber sido un
potpourri de elementos doctos y músicas de raíz folclórica. En vez de eso, la partitura es un prodigio de ideas y orquestación. La versión acusó algunos ripios e hilachas, pero el resultado general fue muy bueno y arrancó encendidos aplausos.
Gran artífice del resultado fue Rodolfo Fischer. Con su depurada técnica, solidez y claridad conceptual, cumplió con creces su misión de llevar a los jóvenes por buen camino. Un camino que en 15 años ha estado jalonado de grandes logros musicales.