La portada de El festín de los engendros reproduce un pesadillesco fragmento de "Cristo con la cruz a cuestas" de Hieronymus Bosch, también llamado El Bosco. Sin duda, una atinada decisión editorial: cada relato del nuevo libro de Ignacio Fritz (Santiago, 1979) es una ventana desde donde las voces narrativas nos hablan del carnaval grotesco y absurdo que es nuestra vida diaria, utilizando el lenguaje sucio que han aprendido de escritores del realismo duro norteamericano y que aderezan con guiños y ademanes provenientes de la cultura popular y chatarra de similar procedencia estadounidense. El atrevido lenguaje de "Calzón de lata", cuento que inaugura el volumen, funciona en este aspecto como explícito anticipo de lo que viene después. Pero me atrevo a pensar que tanto las imágenes como los medios de expresión que ofrecen los cuentos de El festín de los engendros agarrarán desprevenidos solo a los lectores que se enfrenten por primera vez a la obra de Ignacio Fritz. No se sorprenderán tanto quienes lo hayan seguido fielmente desde la publicación de "Eskizoides" en el año 2003 (según leemos en la solapa de su nuevo libro, algunas personas lo consideran un escritor de culto): El festín de los engendros continúa un programa narrativo ya perfilado en "Eskizoides": la contemplación de la escoria humana desde una perspectiva desembarazada de tabúes lingüísticos y de temores morales para mostrarnos que se esconde donde menos lo imaginamos.

La cercanía temática con narraciones anteriores de Ignacio Fritz se manifiesta de distintas maneras: una galería de tipos literarios que va desde el lumpen social hasta el mundo adolescente de la oligarquía, desquiciado, confundido y solitario, y la reaparición de personajes y lugares provenientes de diferentes relatos anteriores: entre los primeros, "Tabuco", "Delfina Edith", "Cabeza de Chancho Herrera" y otros; "El rincón de los rebeldes" entre los segundos. Con estos y otros recursos se reafirma una imagen literaria de la sociedad contemporánea donde mueren las ilusiones del lector: sus valores invertidos se manifiestan a través de la pedofilia, los perfiles siniestros del mundo criminal, la violencia de los afectos, la deshumanización del individuo, la fractura de los lazos familiares, la soledad y la neurosis provocadas por vivir inserto en un sistema neoliberal desaforado. No extraña, por lo tanto, que la necrofilia y el vampirismo encuentren espacio en los cuentos de Ignacio Fritz y que la reflexión sobre la escritura y el papel del escritor reaparezcan también en este volumen,

Considerados como conjunto, los cuentos de El festín de los engendros construyen una imagen trágicamente carnavalesca de una sociedad donde nuestra condición humana se convierte en una anticipada condenación a los infiernos. Es un mundo de tintas fuertes y trazos violentos, diseñado gracias a un lenguaje narrativo que destila permanentemente humor negro y en el cual se insertan referencias que acentúan el sarcasmo de las representaciones y el divorcio afectivo que sienten los narradores con lo que observan (unos meses después de aparecido El festín de los engendros , Ignacio Fritz ha publicado su novela La indiferencia de Dios , definida como un relato policial con rasgos fantásticos y de terror).

Los méritos narrativos de los cuentos de Ignacio Fritz nacen de su destreza para revertir grotescamente la realidad y de la naturalidad con que se utiliza el lenguaje sucio para comunicarla. Pero la crueldad de la caricatura consiste en exagerar, y con ello reducir, la complejidad intrínseca del objeto a un rasgo particular, dejando fuera todo lo demás. Una caricatura no hace reflexionar.

Su mejor expresión, el carnaval, es el ocultamiento transitorio de la realidad con el solo propósito de provocar una entretención exagerada y asimismo efímera.

Este es también el propósito dominante de los cuentos de El festín de los engendros .

Los méritos narrativos de Ignacio Fritz nacen de su destreza para revertir grotescamente la realidad.