Tras "El matrimonio de Maria Braun", Santiago a Mil 2017 nos brinda el privilegio de apreciar una segunda puesta de Thomas Ostermeier, por estos días uno de los grandes de la dirección teatral en Europa. Siempre frente al Teatro Schaubühne de Berlín, ofrece su notable versión de "Un enemigo del pueblo", de Henrik Ibsen, que es un ejemplo canónico de cómo refrescar y dar renovada vigencia a un texto escrito hace casi 130 años. Una pieza por largo tiempo tachada de menor en la dramaturgia del autor noruego, sin discusión uno de los padres del teatro moderno, que en las últimas dos décadas fue revaluada. Ahora se le suele remontar en los escenarios del mundo por su rico entramado de temas tan contingentes como la denuncia de la corrupción política, el poder hegemónico del dinero, la amenaza al equilibrio medioambiental y los riesgos hoy de actuar en forma honesta y consecuente.
El montaje de 2012 parte por instalar la trama -sobre un médico que descubre que las termas de su pueblo, su principal atracción y fuente de ingresos, tiene sus aguas contaminadas con grave peligro para la salud de los usuarios- en la época actual. Eso detona el conflicto, que enfrenta al doctor con el alcalde (además su hermano mayor) y con su suegro, dueño de la fuente tóxica, mientras busca el apoyo del periódico local para publicar la noticia. Cada cual le da la espalda por intereses creados o acomodaticios.
Está claro que la versión busca antes que nada seducir al público joven. Ahí están la juventud del héroe, los insertos de música 'rock' tocada en vivo (hay hasta un pasaje de hip hop improvisado), las sugerencias de estética del cómic en la escenografía, el castigo del doctor con 'paintballs'. Así, pese a lo esperable de un texto añoso y del teatro germano, proclive a la aridez y lo cerebral, la entrega fluye fresca, vital, llena de vehemencia. Si bien la dialéctica de Ibsen se revela impecable, ya que se contó con un dramaturgista tal vez hubieran sido deseables algunos cortes más en beneficio de la agilidad. Hoy el público, en especial el de las nuevas generaciones, se habituó y exige la escueta eficacia del guion de cualquier serie de TV.
Con todo, lejos el mejor momento de la historia -el más estimulante y el más elogiado en giras- es la exposición del 'enemigo público' que explica sus motivos ante una junta de vecinos del lugar (cuarto acto del original). La cual convierte a la platea en un foro ciudadano con la luz de sala encendida. No es, claro, una idea nueva, se ha usado en otras puestas de la obra. De hecho -modestamente- ese procedimiento lo utilizó, y bastante bien, la versión local de "Un enemigo del pueblo" en 2014 por el colectivo Zoológico; que, por lo demás, ocupó el mismo escenario hace año y medio compitiendo en el V Festival de Teatro Joven en Las Condes.
El gran mérito del resultado es que el dramaturgista Florian Borchmeyer reescribió el discurso de Stockman, haciendo derivar el debate de las aguas contaminadas, a una ardiente arenga en contra del individualismo y la economía mercantilista. Somos esclavos del consumo y el dinero y debemos hacer algo, dice, invitando entre otras cosas, a una 'austeridad voluntaria'. Ese predicamento, que concierne a todos, y la cercanía de la presentación previa del conflicto y personajes generan una activa y atrapante participación del público. De más está decir que la ejecución actoral vibra con arrolladora convicción. Teatro Municipal de Las Condes. Hoy última función a las 17:00 horas.